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"Hay que afrontar con optimismo la lucha contra el alzhéimer"

Javier López, neurólogo de la Clínica HLA Montepellier, analiza los factores de riesgo y la prevención de la enfermedad

Javier López del Val, neurólogo de la Clínica HLA Montepellier.

21 sep 2023. 17.35H
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El alzhéimer o enfermedad del olvido es la causa del 75 por ciento de las demencias. En el Día Mundial del Alzhéimer, que se celebra este jueves, se trata de concienciar sobre esta enfermedad, que afecta no sólo a los pacientes, sino también a los cuidadores directos y familiares.

Unas 800.000 personas padecen la enfermedad de Alzheimer en España, según estimaciones de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Se calcula que, por el envejecimiento generalizado de la población, en 2050 el número de enfermos se habrá duplicado y se acercará a los dos millones de personas.

De acuerdo con los estudios realizados en España, la prevalencia de esta enfermedad ronda el 0,05 por ciento entre las personas de 40 a 65 años, el 1,07 por ciento entre los 65 y los 69 años, el 3,4 por ciento entre los 70 y los 74 años, el 6,9 por ciento entre los 75 y los 79 años, el 12,1 por ciento entre los 80 y los 84, el 20,1 por ciento entre los 85 y los 89, y el 39,2 por ciento entre los mayores de 90 años. Sobre este y otros aspectos como los factores de riesgo del alzhéimer y la prevención reflexiona Javier López del Val, neurólogo de la Clínica HLA Montpellier.

¿Qué es el alzhéimer y cuáles son los primeros síntomas?

Es una enfermedad neurodegenerativa que se manifiesta por un deterioro progresivo de la memoria con otro tipo de trastornos como dificultad en el lenguaje y dificultad en la manipulación en las funciones ejecutivas, lo que condiciona en gran medida las actividades de la vida diaria, siempre de forma evolutiva.

Afecta a un 2 por ciento de las personas mayores de 65 a 70 años, entre el 20 y el 30  por ciento de los mayores de 85 años y es la principal causa de dependencia y, por supuesto, de consumo de recursos sanitarios. En Zaragoza la prevalencia en sujetos mayores de 65 años es del 6 por ciento y en nuestro país constituye el 80 por ciento de las demencias. El alzhéimer representa la cuarta causa de muerte en países industrializados, la incidencia es exponencial con la edad y predomina en el sexo femenino.

En cuanto a los criterios DSM-IV para el diagnóstico de demencia destacan el deterioro de la memoria y alguna de las siguientes alteraciones: afasia, apraxia, agnosia, deficiencia en funciones ejecutivas, etcétera. Las alteraciones previas tienen una intensidad suficiente como para repercutir en el desarrollo de las actividades ocupacionales y/o sociales, representan un deterioro con respecto a la capacidad previa en esas funciones y no aparecen exclusivamente durante un síndrome confusional agudo.

Los diez signos de alarma que nos hacen pensar en la enfermedad de Alzheimer son: pérdida de memoria que afecta a la capacidad laboral, dificultad para llevar a cabo tareas familiares, problemas con el lenguaje, desorientación en tiempo y lugar, juicio pobre o disminuido, problemas con el pensamiento abstracto, cosas colocadas en lugares erróneos, cambios en el humor o en el comportamiento, cambios en la personalidad y pérdida de iniciativa.

Además de la predisposición genética, ¿cuáles son los principales factores de riesgo para desarrollar alzhéimer?

En primer lugar, debemos explicar cuáles son los mecanismos por los que se desarrolla la enfermedad. En el cerebro del paciente se produce una hiperfosforilización de una proteína llamada TAU, que contribuye a la muerte neuronal con su liberación y su acumulación en el líquido cefalorraquídeo (LCR). Este acúmulo de TAU contribuye a la formación de unas placas denominadas amiloides y a una disminución de la proteína beta-amiloide (AB42) también en el LCR. Cuanto más disminuye la AB42 y más aumenta la TAU en el paciente, más deterioro cognitivo se producirá. Los estudios de Kaj-Blennow en Suecia y de Schenk en Atenas, ambos en 1995, nos indicaban que analizando el LCR podría encontrarse una disminución de la AB42 y un incremento de la TAU-T y TAU-B, considerándolos como biomarcadores de la enfermedad.

Existe una serie de factores de riesgo que aumentan las posibilidades de desarrollar una demencia, como factores vasculares (hipertensión, arteriosclerosis, ictus, lesiones en la sustancia blanca cerebral), edad (va produciendo un estrés oxidativo y daño en las mitocondrias neuronales), factores genéticos, depresión, que se acompaña de una disminución de los niveles de dopamina y serotonina, otras alteraciones metabólicas como la diabetes y la propia apoptosis o muerte celular por atrofia cerebral.

¿Sólo existe un tipo de pérdida de memoria?

Por supuesto que no. Hay varios y es obligación del neurólogo llegar a diferenciarlos: el olvido benigno de la vejez, el trastorno de la memoria asociado a la edad, el deterioro cognitivo leve y el deterioro cognitivo primario, secundario o mixto, entendiendo por ello demencia degenerativa.

"Hay varios tipos de pérdida de memoria, y es obligación del neurólogo llegar a diferenciarlos"


¿Cómo se diagnostica esta enfermedad?

Ante las simples quejas de memoria, se recomienda hacer un screening con la historia clínica, un análisis de los antecedentes cognitivos como la escolaridad o la actividades de la vida diaria, un test cribado como mini-mental test, foto-test, eurotest, T@M, test del reloj o FVS, un protocolo de estudio del deterioro cognitivo como hemograma o velocidad de sedimentación globular, estudios bioquímicos como perfil glucémico, hepático, renal, lipídico, iones, TSH, Vit B12 o ácido fólico, un electroencefalograma, un TAC o un estudio LCR.

¿Cuáles son los aspectos evaluados por el médico y qué pruebas se realizan?

Los criterios clínicos internacionales para el diagnóstico de la demencia se basan en el examen clínico documentado con el mini-mental test y la escala de demencia de Blessed, pero para llegar al diagnóstico debe haber deficiencias en dos o más áreas cognitivas con un empeoramiento progresivo de la memoria y de esas otras funciones cognitivas, sin alteración del nivel de conciencia y con ausencia de otras alteraciones o enfermedades cerebrales que puedan producir un deterioro cognitivo. De acuerdo con estos criterios, la enfermedad se puede clasificar en demencia probable, demencia posible o demencia definitiva, lo cual requiere la realización de una biopsia cerebral.

¿Se puede detectar precozmente esta enfermedad con un análisis sanguíneo?

Por el momento no se realizan análisis de sangre que puedan darnos el diagnóstico. En primer lugar, se precisa que el paciente tenga síntomas clínicos de enfermedad de Alzheimer y no tenga otros factores de riesgo de demencia asociados. Cuando estos criterios se cumplen, el estudio de AB y TAU en LCR se hace habitualmente.

Un estudio reciente mostró que una forma de análisis de sangre de TAU fosforilada puede detectar las etapas más tempranas de la enfermedad de Alzheimer, incluso antes de que se detecte el deterioro cognitivo mediante un estudio de TAC o RMN cerebral o una exploración PET (tomografía por emisión de positrones o gammagrafía).

¿Existe un tratamiento para el alzhéimer?

No existe tratamiento que revierta la enfermedad, pero hay que estar atentos a los síntomas asociados a la demencia, realizar terapia cognitiva y cuidados generales. Es necesario buscar un tratamiento que mejore los síntomas o la neurotransmisión entre las neuronas sanas, intentando retrasar la evolución de la enfermedad. El tratamiento debe llevar un doble camino: por un lado, terapia ocupacional y trabajo de memoria junto al tratamiento sintomático, y, por otro, evitar la progresión de cualquier tipo de deterioro y reducir los factores de riesgo.

En cuanto al tratamiento de los síntomas conductuales y psicológicos, muchas veces se requiere ingreso e institucionalización. Entre dichos síntomas destacamos los delirios, las falsas identificaciones, las alucinaciones, la depresión, las manías, la ansiedad y el insomnio. En el 90 por ciento de los casos hay cambios en la personalidad, en el 50 por ciento, alteraciones en el comportamiento, y entre el 20 y el 30 por ciento, agresividad. Este aspecto requiere administrar al paciente neurolépticos, típicos o atípicos, antidepresivos, ansiolíticos, hipnóticos, etcétera.

"No existe un tratamiento contra el alzhéimer, pero hay que estar atentos a los síntomas asociados a la demencia"


Para una intervención integral se recomienda abordar todos los aspectos de la persona, tener en cuenta el momento evolutivo de la enfermedad, lo cual se ha de basar siempre en las capacidades y habilidades preservadas. Es necesario incluir a la familia en el proceso terapéutico y se ha de trabajar en grupos homogéneos en cuanto a grado de afectación, intereses y edad, con técnicas con mayor carga cognitiva y trabajo del insight en las etapas iniciales, evolucionando a técnicas con más potenciación de la interrelación social, la emotividad positiva y estimulación sensorial en las etapas más avanzadas.

Para el cuidador se recomienda habilitar la casa, acudir a asociaciones y centros de apoyo, acudir a ley de dependencia, contar con dispositivos localizadores e incluso solicitar asistencia psicológica.

¿Podemos hacer algo a nivel individual para prevenir o retrasar el desarrollo de la enfermedad?

Se debe evitar la hipertensión arterial, el hipercolesterolemia, la diabetes Mellitus, la hiperhomocistinemia, la depresión, el tabaquismo, la dieta alta en grasa y pobre en omega 3, los traumatismos craneoencefálicos graves y la exposición a toxinas. Contribuyen a retrasar la aparición del alzhéimer el consumo de café, la actividad física e intelectual, el nivel de escolarización, el nivel socioeconómico, el consumo de Antiinflamatorios No Esteroideos (AINE), la vacunación reglamentaria o la terapia hormonal postmenopausia. Además, siempre hay que mejorar la salud materno-infantil (pre y perinatal), la educación formal e informal y la dieta.

¿Hay optimismo de cara al abordaje del alzhéimer de cara al futuro?

Creo que, a pesar de la lenta progresión de los avances terapéuticos, el futuro hay que mirarlo con optimismo. La clave está en luchar contra la proteína anómala y tratar de fabricar una vacuna anti-amiloide o una inmunización con inmunoglobulinas. La inmunización activa con la vacuna anti-amiloide ha tenido diferentes intentos fallidos, esperemos que en un momento determinado se consiga la inmunización pasiva.

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