La trombosis es una enfermedad que puede tener graves consecuencias para la salud si no se detecta y se trata a tiempo. Esta patología se produce cuando se forma un coágulo sanguíneo en una vena o una arteria, lo que puede bloquear el flujo normal de la sangre y provocar complicaciones como infartos, accidentes cerebrovasculares o embolias. “La formación de un trombo o de un coágulo sanguíneo es un proceso complejo que involucra varios mecanismos fisiológicos y patológicos”, explica Olga Gavín, hematóloga de HLA Clínica Montpellier.
Existen dos tipos de trombosis: la trombosis venosa y la trombosis arterial. Ambas condiciones implican la formación de coágulos sanguíneos, sin embargo, difieren significativamente en su ubicación, sus causas y sus consecuencias. La trombosis venosa ocurre en las venas, a menudo está asociada a condiciones como la inmovilidad prolongada o el uso de anticonceptivos, mientras que la trombosis arterial se forma en las arterias, frecuentemente relacionada con factores como la hipertensión y la aterosclerosis. “Los trombos arteriales generalmente se forman debido a placas de arterosclerosis que dañan las paredes de la arteria, desencadenando el proceso de coagulación. Estos trombos pueden provocar isquemia coronaria (infarto) o accidentes cerebrovasculares (ictus). En cambio, los trombos venosos suelen producirse por enlentecimiento o estancamiento del flujo sanguíneo y pueden causar problemas como la trombosis venosa profunda o embolias pulmonares cuando el coágulo se desplaza”, indica.
La trombosis puede afectar a cualquier persona, pero ciertos factores de riesgo pueden aumentar la probabilidad de su desarrollo. Estos factores pueden ser tanto genéticos como adquiridos y abarcan desde condiciones médicas preexistentes hasta estilos de vida y hábitos. “Los factores de riesgo de la trombosis arterial son la hipertensión arterial, el tabaquismo, la obesidad, el sedentarismo, la hipercolesterolemia y la diabetes mellitus. Los factores que influyen en el desarrollo de la trombosis venosa son: inmovilización prolongada, cirugía y traumatismos, edad avanzada, trombofilia hereditaria, embarazo y postparto, anticonceptivos orales y terapia hormonal, cáncer y tratamientos oncológicos, obesidad, enfermedades sistémicas, catéteres venosos o dispositivos médicos intravaso”, explica la especialista.
La enfermedad puede manifestarse de diversas maneras, por lo que reconocer sus síntomas es crucial para buscar atención médica oportuna. Además, los signos pueden variar dependiendo de si se trata de trombosis venosa o arterial, y algunas personas pueden no presentar síntomas evidentes. “Hay señales comunes que no deben ser ignoradas. Por ejemplo, en el caso de la trombosis venosa, se pueden tener dolor en el pecho, hinchazón, enrojecimiento o calor en la zona afectada; mientras que en el caso de un tromboembolismo pulmonar; los síntomas incluyen dificultad para respirar, tos o síncope. Asimismo, las manifestaciones clínicas de la trombosis arterial dependen de su localización, y pueden incluir un dolor opresivo precordial que se puede irradiar al brazo izquierdo, dificultad para respirar, sudoración excesiva, mareo, síncope, nausea o vómitos en el caso de un infarto de miocardio. En el caso de un ictus, los síntomas pueden ser la pérdida de fuerza en un lado del cuerpo (cara, brazo o pierna), la dificultad para hablar, la pérdida de visión, mareos o pérdida del equilibrio”, manifiesta.
A su vez, el diagnóstico de la trombosis es un proceso crítico que requiere una evaluación cuidadosa de los síntomas y un enfoque multidisciplinar. Dado que la trombosis puede presentarse de diferentes maneras, los especialistas suelen llevar a cabo una serie de pruebas y de estudios para confirmar la enfermedad. La rapidez en el diagnóstico es fundamental, ya que una detección temprana puede prevenir complicaciones graves. “Es fundamental realizar una exploración y anamnesis adecuadas, una analítica que incluya Dímero D o enzimas cardíacas si se sospecha de infarto agudo de miocardio y pruebas de imagen como el eco Doppler de extremidades y angio TAC para la trombosis venosa, así como resonancia cerebral y electrocardiograma para la trombosis arterial”, comenta Gavín.
Es importante destacar que, el tratamiento de la trombosis es esencial para prevenir complicaciones graves, como embolias o daños permanentes en los órganos afectados. La elección del tratamiento depende de varios factores, incluidos la ubicación del coágulo, la gravedad de la trombosis y la salud general del paciente. Las opciones más comunes incluyen anticoagulantes, que ayudan a disolver el coágulo y prevenir la formación de nuevos; trombolíticos, que se utilizan en casos más graves para disolver rápidamente los coágulos; y, en algunos casos, intervenciones quirúrgicas para eliminar el coágulo. Además, se pueden recomendar cambios en el estilo de vida y medidas preventivas para reducir el riesgo de recurrencia. “Los anticoagulantes disuelven el coágulo en las primeras semanas y además evitan que se repita el episodio. Para la trombosis venosa se utiliza anticoagulación oral y heparina de bajo peso molecular, un excelente tratamiento en fase aguda por su capacidad antitrombótica y antiinflamatoria, especialmente indicado para embarazadas o pacientes oncológicos. Para tratar la trombosis arterial se utiliza antiagregación y/o anticoagulación”, explica la hematóloga.
Por último, hay que recalcar que una trombosis no tratada puede tener consecuencias graves y potencialmente mortales, tanto a corto como a largo plazo. Dependiendo de si se trata de una trombosis venosa o arterial, las complicaciones pueden variar significativamente. “A corto plazo, una trombosis venosa profunda puede llevar a una embolia pulmonar, que ocurre cuando un coágulo se desplaza hacia los pulmones, causando dificultad respiratoria y, en casos extremos, la muerte. Por otro lado, una trombosis arterial puede resultar en infartos o accidentes cerebrovasculares, que pueden causar daño cerebral o mortalidad. A largo plazo, las consecuencias pueden incluir daño a órganos, complicaciones crónicas como el síndrome post-trombótico en el caso de la trombosis venosa, y un mayor riesgo de recurrencias”, concluye la especialista.
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