Según la
Asociación Española de Pediatría (AEP) las
neoplasias malignas pediátricas constituyen una enfermedad rara, con una
incidencia de 15 nuevos casos al año por cada 100.000 niños menores de 14 años y un incremento anual estimado del 1 por ciento. Asimismo, el cáncer constituye la primera causa de muerte por enfermedad en niños mayores de 1 año. Gracias a los últimos avances en tratamientos oncológicos
más del 80 por ciento de los pacientes con cáncer infantil sobreviven a largo plazo. Sin embargo, la elevada toxicidad de algunas terapias puede generar secuelas de diferente gravedad.
El hospital Sant Joan de Déu de Barcelona puso en marcha en 2020 una Unidad de Cardio-Oncología Pediátrica cuya labor principal es
hacer un seguimiento a los pacientes oncológicos para valorar en cada momento su salud cardiovascular con el fin de intervenir de forma temprana ante cualquier daño o afectación, ya que es durante el tratamiento cuando se ven los efectos secundarios de la terapia. En el momento del diagnóstico realizan una
valoración de la salud cardiovascular del paciente oncológico mediante un electrocardiograma, una ecocardiografía y los marcadores en muestra de sangre. Durante el tratamiento se repiten esas pruebas para comparar con los resultados del inicio del diagnóstico y detectar posibles cambios.
Estos pacientes tienen cinco veces mayor riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular que el resto de la población. “La patología se manifiesta de forma muy variada. A veces
puede pasar desapercibida porque no presenta ninguna sintomatología y otras puede manifestarse de forma muy grave, en forma de insuficiencia cardíaca severa. Hay mucha variabilidad”, explica
Esther Aurensanz, cardióloga infantil de la clínica HLA Montpellier de Zaragoza y de la nueva Unidad del hospital Sant Joan de Déu.
La especialista recalca que
un 20 por ciednto de los pacientes oncológicos pediátricos acaban desarrollando algún problema cardíaco, ya sea durante el tratamiento como ya en la edad adulta y, pese a que no es lo habitual, incluso hay niños que se curan del cáncer, pero se quedan con una cardiopatía”. “Lo más habitual es que se produzca una
disfunción ventricular y si detectamos a tiempo la afectación cardíaca, el daño reciente se puede revertir con medicación, que tiene un efecto remodelador y, por lo tanto, favorece una reconstrucción cardíaca”, explica.
El objetivo es poder identificar ese daño cardíaco a tiempo con el fin de intervenir mediante fármacos que puedan revertirlo. Según expone la facultativa,
entre las terapias más dañinas para el corazón se encuentra el tratamiento con quimioterapia más usado en niños, que también es el que mejor respuesta ofrece, por lo que lo más importante es que un paciente no tenga que suspender su tratamiento oncológico por las secuelas, ya que de ello depende su supervivencia.
La importancia de la investigación para la detección precoz
Esta unidad también lleva a cabo investigaciones para avanzar en la detección precoz del daño cardíaco mediante nuevos marcadores y técnicas de imagen, cuyo objetivo es saber qué pacientes van a reaccionar al tratamiento con daños cardíacos en el momento del diagnóstico. En la unidad se recogen
muestras de sangre de los pacientes, que se almacenan para analizar en el futuro, cuando ya se conozca cómo ha evolucionado cada uno de los niños tratados, y, entre todas aquellas que pertenecen a pacientes que
han desarrollado alguna complicación cardíaca, tratar de detectar algo en común entre todas ellas para buscar el motivo que explique esa afectación.
“Ahora enviamos a un laboratorio de Estados Unidos todas las muestras que tenemos de los pacientes en el momento del diagnóstico y allí las van a analizar porque la idea es seguir a esos pacientes en el tiempo para detectar los que han ido mal y buscar biomarcadores muy específicos,
tanto a nivel cardíaco como oncológico, que nos permitan identificar aquellos pacientes con riesgo de desarrollar cardiopatías desde el debut”, comenta la cardióloga.
Para poder lograr resultados en este sentido se requiere al menos un periodo de 10 años de seguimiento, pero el equipo espera poder disponer ya de los primeros resultados de esta investigación en el segundo semestre de 2022.
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