Los menores de edad que hacen uso del cigarrillo electrónico para eludir el efecto nocivo de la nicotina en realidad multiplican por tres las probabilidades de acabar fumando en la edad adulta, según corroboran varios estudios recientes, entre otros uno que recoge Pediatry.
“Existen, ahora mismo, hasta siete estudios longitudinales que demuestran que los jóvenes que se inician en los cigarrillos electrónicos son tres veces más propensos a fumar los convencionales un solo año más tarde”, ha declarado Stanton A. Glantz, del Centro para la Educación y la Investigación del Tabaco de la Universidad de California (San Francisco).
Este especialista es coautor de unas de las investigaciones, publicada en JAMA Pediatrics, que concluyen que esta clase de cigarrillos alternativos no solo no desaniman a hacerse adicto a la nicotina sino que, por el contrario, elevan el riesgo de convertirse en ello.
“Lo que las evidencias confirman es que los jóvenes que usan cigarrillos electrónicos se muestran mucho menos dispuestos a dejar de fumar tabaco que los que no utilizan tales dispositivos”, zanja.
Si se fuma de adolescente, se tiende a hacer de adulto
En general, está demostrado que la mayoría de los fumadores crónicos comenzó su hábito en la adolescencia –si no en la última etapa de la infancia–; y también se sabe que, cuanto antes se inicie una persona en el tabaco, más probable es no solo que sea adicto a la nicotina el resto de su vida, sino que fume en grandes cantidades de forma regular.
De acuerdo con una revisión publicada en Pediatrics y difundida por el portal Medscape, alrededor de dos tercios de los niños que fuman cuando cursan sexto Grado [de 11 a 12 años de edad en Estados Unidos] llegan a ser fumadores habituales cuando son adultos, en tanto que un 46 por ciento de quienes se inician en el hábito en el undécimo Grado [16-17 años] persisten cuando son mayores.
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