Desde que la
pandemia originada por el
coronavirus hizo mella en
España, en el año 2020, el deterioro de la
salud mental y las
conductas suicidas han llegado a pronunciarse con mayor frecuencia entre
niños y
adolescentes. Durante el año 2020, se
suicidaron en España
14 niños menores de 15 años, el doble que el año anterior, y entre los
jóvenes de 15 a 29 años el suicidio es ya la
segunda causa de fallecimiento, solo superada por los
tumores malignos.
Antes de que empezara la pandemia, se estimaba que entre el
10 por ciento de los niños y
20 por ciento de adolescentes padecía
trastornos mentales, llegando incluso a prolongarse por el resto de su vida. Síntomas como
ansiedad,
depresión,
autolesiones y
conductas suicidas han aumentado en la actualidad entre los jóvenes, provocando la movilización de varias asociaciones para alertar sobre esta nueva situación.
Además del aumento de la
demanda asistencial de menores por causas de salud mental, se ha detectado que los jóvenes acuden a los
centros sanitarios presentando mayor
gravedad. En relación con la intoxicación con fin
suicida, a lo largo de la última década se ha evidenciado e
l aumento de casos, su gravedad y la necesidad de ingreso en unidades de cuidados intensivos. También se ha detectado un claro
descenso en la media de edad de inicio de los síntomas, tanto en los trastornos de conducta alimentaria como en las conductas autolesivas.
La pandemia impacta de lleno en la salud mental
Este mensaje es el que constata el Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia, del que forman parte la
Sociedad de Psiquiatría Infantil (SPI), dependiente de la Asociación Española de Pediatría; la
Sociedad Española de Urgencias Pediátricas (SEUP) y la
Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap). Con motivo del
Día Mundial de la Salud, que se celebra este 7 de abril, todas estas asociaciones piden a las
autoridades un aumento de recursos para
abordar la salud mental de niños y jóvenes, tanto a nivel hospitalario como en Atención Primaria, y
evitar que se llegue a valorar el suicidio.
Los servicios de urgencias pediátricas (SUP) y los centros de atención primaria observaron, en los primeros meses de la pandemia, una
disminución importante (entre el 30 y el 40 por ciento) del
volumen de asistencial global. Pero a esta primera fase le siguió un
incremento de hasta un 47 por ciento en los trastornos de salud mental de los niños, y hasta un
59 por ciento en los
comportamientos suicidas, comparando con los datos de 2019.
Estudios realizados por diversas
ONG alertan también del
impacto de la pandemia en la salud mental. Se estima que los trastornos de
ansiedad o depresivos casi se han
cuadruplicado (de 1,1 por ciento al 4 por ciento), así como el diagnóstico de trastornos por
déficit de atención e
hiperactividad (TDAH) y otros
trastornos de conducta (de 2,5 por ciento a 7 por ciento). Del mismo modo, se ha observado un incremento de la sintomatología psicosomática en los pacientes pediátricos, muchos en relación con la preocupación acerca de la infección por coronavirus. Asimismo, los trastornos de la conducta alimentaria son más frecuentes y graves que antes de la pandemia.
El confinamiento y las restricciones aumentan los transtornos mentales
La
Sociedad Española de Urgencias de Pediatría (SEUP) ha analizado la evolución de los
diagnósticos de salud mental en los SUP españoles desde marzo de 2019 a marzo de 2021, con la participación de quince SUP. Globalmente, los diagnósticos relacionados con trastornos mentales en Urgencias Pediátricas aumentaron un 10 por ciento. En un análisis desglosado, los diagnósticos que más se incrementaron fueron: “
Intoxicación no accidental por fármacos” (122 por ciento), “
suicidio/intento de suicidio/ideación autolítica” (56 por ciento), “
trastorno de conducta alimentaria” (40 por ciento), “
depresión” (19 por ciento) y “
crisis de agresividad” (10 por ciento).
El Grupo de Trabajo Multidisciplinar señala como factores precipitantes el
confinamiento domiciliario de hace dos años y las posteriores medidas de
restricción, que han afectado “especialmente a una población tan vulnerable como la infancia y la adolescencia. La interrupción de las rutinas y las restricciones sociales se han asociado al uso excesivo de tecnologías y limitación de la actividad física. Además, algunos niños y adolescentes ya estaban expuestos a
situaciones de pobreza, abuso o violencia que empeoraron con la pandemia”, señala la presidenta de la SPI y portavoz del Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud Mental en la Infancia y Adolescencia, Azucena Díez. Estos trastornos se han dado con más frecuencia en la etapa adolescente, en pacientes de sexo femenino y con de trastornos previos del neurodesarrollo o necesidades especiales.
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