El movimiento que producen los bebés cuando
gatean, especialmente sobre superficies como alfombras, provoca que se levanten altos
niveles de suciedad, células de la piel, bacterias, polen y esporas de hongos, llegando a inhalar una dosis cuatro veces mayor por kilogramo de masa corporal que lo que un adulto podría respirar caminando sobre el mismo sitio, según señala un estudio realizado por la Universidad de Purdue.
“Para un adulto, una parte importante de las partículas biológicas se elimina en el sistema respiratorio superior, en las fosas nasales y la garganta. Pero para los niños muy pequeños, con mayor frecuencia respiran por la boca, una fracción significativa se deposita en las vías respiratorias inferiores”, llegando a “las regiones más profundas de sus pulmones”, ha explicado el investigador principal del estudio,
Brandon Boor.
Los bebés humanos son los únicos mamíferos que no pueden levantarse y caminar poco después de nacer. Por ello, gatean y cuando realizan estos movimientos agitan más partículas en el aire; y sus bocas y fosas nasales están mucho más cerca del piso donde las concentraciones son mayores. Sin embargo, esto se “contrarresta en cierta medida por el hecho de que los bebés tienden a moverse en estallidos de actividad mucho más cortos que los niños mayores o los adultos”, señala.
Para estudiar qué cantidad de desechos respiran los bebés, el equipo de investigación construyó un
robot que gateaba y lo probó arrastrándose sobre muestras reales de alfombras que habían sacado de las casas. Luego, los investigadores midieron y analizaron las partículas en la zona de respiración. “Utilizamos instrumentación de aerosoles de última generación para rastrear las partículas biológicas que flotan en el aire alrededor del bebé en tiempo real, segundo a segundo. El instrumento utiliza láseres para hacer que el material biológico fluorescente”, ha explicado Boor.
Así encontraron que una nube concentrada de partículas resuspendidas se forma alrededor del sujeto, y que las concentraciones alrededor de ellos pueden ser hasta 20 veces mayores que los niveles de material más altos en la habitación. “Los cuerpos de los bebés no son tan buenos para bloquear esta tormenta de polvo”, señala el especialista.
La teoría de la higiene
Sin embargo, todo lo anterior, “no es necesariamente algo malo”, según Boor, quien añade que “muchos estudios han demostrado que la exposición por
inhalación a microbios y partículas portadoras de alérgenos en esa parte de la vida juega un papel importante tanto en la desarrollo y protección contra el
asma y las
enfermedades alérgicas”.
A fines de la década de 1980, el epidemiólogo británico
David Strachan fue el primero en proponer la
'hipótesis de la higiene', que dice que un ambiente demasiado limpio puede suprimir el desarrollo del sistema inmune. Los alergólogos también a veces se refieren a esto como 'el efecto agrícola'.
En las sociedades occidentales, los bebés pasan casi todo su tiempo en interiores, donde la resuspensión del polvo en interiores puede contribuir significativamente a sus encuentros respiratorios con material biológico, declara. “La exposición a ciertas especies bacterianas y fúngicas puede provocar el desarrollo de asma, pero numerosos estudios han demostrado que cuando un bebé está expuesto a una gran diversidad de microbios, a una concentración alta, puede tener una tasa más baja de asma más adelante. Estas exposiciones actúan para estimular y desafiar tu sistema inmune”, argumenta.
Por último, concluye que espera continúan “trabajando con microbiólogos e inmunólogos para comprender mejor el papel de los microbios y alérgenos del aire en interiores en la salud de la primera infancia”.
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