Tan solo uno de cada 20 niños a los que se diagnostica hipertensión mantenida al menos un año, recibe la prescripción farmacológica correspondiente de su pediatra, algo que choca con las recomendaciones de las guías de práctica clínica, que indican el tratamiento en estos casos, si no remite el síntoma, a los tres o seis meses de su detección.
Así se deduce de un estudio publicado en Pediatrics que deja al descubierto una realidad conocida pero no corregida en los sistemas sanitarios: el infradiagnóstico y la ausencia de tratamiento en la hipertensión pediátrica.
En la investigación, se partió de una muestra de 398.079 pacientes, con edades comprendidas entre los tres y los 18 años, que pasaron por la consulta del pediatra en tres o más ocasiones para medir su presión arterial.
De éstos, 13.080 (es decir, el 3,3 por ciento del total) en efecto reunían criterios diagnósticos de hipertensión, en tanto que 40.076 (10 por ciento) cumplían con las características propias de un estado clínico predispuesto a padecerla.
De una submuestra del estudio, se vio que 2.813 pacientes de 12.138 pacientes con criterios de hipertensión (el 23,2 por ciento) y 3.990 de 38.874 con características de pre-hipertensión (10,2 por ciento) fueron en efecto diagnosticados de ambas cosas.
Según concluyen los investigadores, una prevalencia del 3,3 por ciento sugiere que 2,2 millones de niños y adolescentes requieren evaluación y posible tratamiento de su hipertensión (en este caso el estudio se ciñe a Estados Unidos), un número muy elevado que debería dar pie a que se sistematice el diagnóstico y tratamiento de la hipertensión infantil en los centros de Atención Primaria, algo que no sucede en la actualidad a pesar de las recomendaciones consensuadas.
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