La especialidad de
Pediatría tiene una particularidad a la hora de establecer la
comunicación médico-paciente: los
padres, madres o tutores actúan de 'intermediarios' entre el especialista y el menor y suponen, por tanto, una pieza más a tener en cuenta en la consulta. Esto puede resultar beneficioso si existe una buena relación entre las tres partes que facilite el trabajo del equipo sanitario, pero en otros casos también puede pausar, omitir o
entorpecer el tratamiento del enfermo.
Uno de los casos más recientes es el de la
sentencia del Tribunal Constitucional que dictaminaba
vacunar a una menor frente al
desacuerdo de sus padres. En cuanto a aquellos
padres o tutores que se oponen a medicalizar a sus hijos. Las razones pueden ser muchas y diversas, en palabras de
Roi Piñeiro, coordinador del
Comité de Medicamentos de la Asociación Española de Pediatría (AEP), y entenderlas es precisamente el primer paso que debe tomar el pediatra al encontrar uno de estos casos en su consulta: "Sólo conociendo los motivos por los que unos padres o tutores pueden negarse a administrar a su hijo los medicamentos recomendados por un médico, podremos asesorar y explicar los motivos por los que nosotros sí creemos conveniente administrarlo", explica.
"Sólo conociendo los motivos por los que unos padres o tutores pueden negarse a administrar a su hijo los medicamentos recomendados por un médico, podremos asesorar y explicar los motivos por los que nosotros sí creemos conveniente administrarlo".
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El facultativo asegura que éste no se trata de un escenario frecuente, pero que fármacos como los
corticoides o los
antibióticos pueden ser el detonante de muchos miedos entre los padres que, en la mayoría de los casos, requieren únicamente una conversación con el especialista que diluya todas las dudas.
Esta charla muchas veces resulta crucial, ya que
pasar por alto la prescripción de estos medicamentos cuando un especialista la recomienda, puede tener consecuencias muy diversas: desde prolongar en el tiempo
síntomas como la fiebre, pasando por
complicaciones en algunas patologías, hasta s
uponer incluso un "riesgo vital" para el menor en determinadas situaciones.
No obstante, el mayor
motivo de rechazo en las consultas de
Pediatría son las
vacunas, tal y como recalca este especialista. Omitir su administración puede suponer, según el propio Piñeiro, prejuicios personales para el propio menor y para la sociedad en su conjunto, ya que el niño pasaría por alto la prevención de una enfermedad infecciosa y, por ende, sería transmisor de la misma.
Normalmente la alternativa que defienden los padres y tutores detractores es el
uso de pseudoterapias, ya que "es más fácil confiar en un producto 100 por ciento 'seguro', como la
homeopatía, aunque no genere ningún beneficio en el paciente más allá del efecto placebo, que en
cualquier fármaco que pueda tener efectos secundarios", remarca el pediatra
¿Cómo actúa un pediatra con padres antivacunas?
A la hora de rechazar tratamientos,
la palabra de los padres prima por encima de la del médico
siempre y cuando la vida del menor no esté en juego por dicho motivo. De ser así, la última decisión corresponde a las
autoridades judiciales, a quienes el propio facultativo debe informar sobre la postura de los tutores, para que tomen una determinación "generalmente
amparada en la evidencia científica y en las recomendaciones terapéuticas establecidas por el médico".
Pero de cara a todos aquellos casos en los que el niño o niña no corre peligros mayores, el miembro de la AEP recuerda que
"el enfado médico es comprensible, pero en ningún caso conseguirá que el menor finalmente tome la medicación". Una vez que el paciente y su familia abandonan la consulta,
los síntomas seguirán sin remitir y, por ende, "no hay mucho más que los médicos puedan hacer", tal y como sostiene el pediatra.
"El enfado médico es comprensible, pero en ningún caso conseguirá que el menor tome finalmente la medicación".
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Por tanto, el papel del especialista no es otro que el de educar a los tutores y
hacerles entender la importancia del fármaco o vacuna en cuestión así como los beneficios que brinda al paciente. También tiene que dejar claras, por tanto, las
consecuencias negativas que implica renunciar al tratamiento, así como "los signos y síntomas que se deberán vigilar en domicilio y que podrían suponer una complicación de la enfermedad no tratada".
Potestad del médico frente a los tutores legales
Sin embargo, Piñeiro recuerda que "
el médico no siempre tiene la razón", y que él mismo ha mostrado desacuerdo con las prescripciones sugeridas por otros compañeros de especialidad a algunos pacientes. Es por ello que cree que la clave de este asunto no es la potestad del profesional sanitario, sino la relación que éste tenga con el niño o niña y sus familiares: "No creo que se trate de un asunto de autoridad sino
más bien de empatía con los padres, y con los propios niños", explica.
Con un vínculo sólido entre ambas partes, la
confianza en el equipo sanitario se ve reforzada de manera que "es poco habitual que se plantee una negativa al inicio de un tratamiento". También recuerda la importancia de la
decisión del propio paciente, especialmente si ha cumplido una determinada edad: "Al menor maduro hay que escucharle, y tener en cuenta su opinión, sobre todo si ha demostrado tener la madurez suficiente como para tomar decisiones sobre su propia salud", concluye.
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