La incidencia del ictus isquémico en la edad pediátrica es muy escasa, 120 al año en España, pero justifica la creación de protocolos específicos dentro del Código Ictus, ya que sus secuelas perduran el resto de la vida del menor y, además, poseen algunas características que los distinguen del episodio en la edad adulta.
El dato se ha obtenido al cotejar el censo de niños españoles del Instituto Nacional de Estadística (INE) y la referencia de la enfermedad en Reino Unido (1,6 casos al año por cada 100.000 habitantes).
El dato de prevalencia para adultos es de unos cien ictus por cada 100.000 personas al año. De este último no se conoce, sin embargo, la proporción epidemiológica exacta en territorio español más allá de la estimación antedicha que, por otra parte, no incluye los ictus hemorrágicos ni los de trombosis de senos venosos en los pequeños.
Nuevo protocolo en Comunidad Valenciana
En este contexto, la sección de Neuropediatría del Hospital La Fe de Valencia en efecto ha creado un nuevo protocolo de atención del ictus infantil que se prevé sea incluido, en unos meses, en el Código Ictus de la Comunidad Valenciana, en vigor desde 2012.
Al respecto, el neuropediatra y coordinador del Protocolo de Atención del Ictus Infantil en el Hospital La Fe, Miguel Tomás, ha explicado que el protocolo fija La Fe como centro de referencia para Valencia y Castellón y establece otro hospital de referencia para Alicante.
Así, cuando en el resto de centros detecten un posible caso, deberán contactar con el hospital de referencia en menos de cuatro horas y media para aplicarle tratamientos de fibrinolisis o terapia intravascular, como se hace con los pacientes adultos, para tener así un diagnóstico precoz y ofrecer un pronto tratamiento que minimice las secuelas.
Tomás ha señalado que aunque la incidencia en edad pediátrica es “mucho menor” que en adultos, el ictus es una de las diez primeras causas de muerte en la edad pediátrica y una de las principales causas de discapacidad en personas con una larga esperanza de vida.
“Está demostrado que el diagnóstico precoz en adultos y el inicio del tratamiento también rápido en unidades con experiencia en ictus mejora el pronóstico del paciente, por lo que los niños también deberían beneficiarse de este tratamiento precoz”, ha señalado el doctor Tomás.
Al respecto, ha explicado que, aunque los menores poseen más plasticidad neuronal y por ello también “más capacidad de recuperarse”, el inconveniente estriba en que las secuelas que le queden “le acompañarán el resto de su vida” e incluso pueden afectarle al desarrollo psicomotor y cognitivo.
Formación específica para atenderlos
No obstante, resulta necesaria “una formación específica ya que los síntomas del ictus pediátrico no son iguales que en pacientes mayores y, en su mayoría, estarían provocados por otras patologías previas, por lo que tanto conocer los síntomas y tener acceso a la historia clínica de las y los pacientes sería lo mejor para mejorar su pronóstico”, ha continuado.
Así, ha aclarado que a los síntomas que comparten con los adultos de trastornos motores, como pérdida de la fuerza de una parte del cuerpo y o del habla, en los menores suelen venir acompañados por convulsiones. Además, hay que tener en cuenta los factores de riesgo como cardiopatías congénitas, enfermedades sanguíneas o niños oncológicos que se han sometido a un tratamiento.
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