Erianna, una niña de Chicago (Estados Unidos), es la protagonista de esta historia. La pequeña, que tenía que haber nacido en enero, llegó en octubre, con 23 semanas de gestación y pesando 370 gramos. La madre sufrió complicaciones durante el embarazo que le provocaron hipertensión y daños en órganos vitales. Por eso, la opción para las dos fue la cesárea, aunque el peso de la bebé hacían casi imposible su supervivencia.
Sin embargo, Erianna fue cogiendo peso durante los primeros días. Aislada del contacto de sus padres, por la fragilidad de su piel, tuvo que pasar unos días en la incubadora. Poco después sus padres pudieron empezar a darle el biberón y continuó engordando. Tras más de 100 días en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Monte Sinaí de Chicago, el aspecto de la niña es el de cualquier bebé.
La pequeña ha salido del hospital tras cuatro meses de cuidados. Su madre dice que “parece un milagro” y se siente agradecida por el “regalo” de la vida que ha supuesto el nacimiento de Erianna.
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