Tan pronto como se confirma el diagnóstico de
obesidad infantil, se debe proporcionar de forma inmediata un tratamiento personalizado con "farmacoterapia a partir de los 12 años y cirugía metabólica y bariátrica en casos severos a partir de los 13". Son las conclusiones que se desprenden de la
Guía de práctica clínica para el Evaluación y tratamiento de niños y adolescentes con sobrepeso, publicada por la
Academia de Pediatras de Estados Unidos en la que se apunta a que el abordaje de esta enfermedad debe estar basado en el estado de salud del niño con sobrepeso, el sistema familiar, el contexto comunitario y los recursos disponibles para cada caso particular.
Pediatría insiste en plantear un seguimiento multidisciplinar (en el que se compruebe la función hepática, los niveles de azúcar y posibles anomalías en los lípidos) y señala que sobre esta enfermedad crónica, con más de 14 millones de niños afectados solo en Estados Unidos, existe un estigma social que da como resultado un sesgo generalizado.
En este sentido, los
pediatras recuerdan que la
obesidad está estigmatizada al considerarse fruto de las elecciones personales respecto a la alimentación y la ausencia de ejercicio. Sin embargo, en el desarrollo de esta enfermedad "intervienen factores genéticos, fisiológicos, socioeconómicos y medioambientales". Es por ello que "el tratamiento basado en la evidencia debe volverse aún más crucial" en edades tempranas.
Detección precoz de la obesidad
Para alcanzar un diagnóstico precoz, proponen
medir el IMC y evaluar la clasificación del peso, lo que "permite que el pediatra y otros especialistas inicien la
evaluación de la obesidad que debe incluir una historia completa, un examen físico y estudios de diagnóstico". Además, se deben "evaluar los
trastornos alimentarios así como la salud mental y conductual". La guía general para la evaluación de comorbilidades es que en niños de 10 años o más, los facultativos "detecten anomalías de lípidos, metabolismo anormal de glucosa y función hepática anormal en niños y adolescentes con obesidad (IMC ≥ percentil 95) y anomalías de lípidos en niños y adolescentes con sobrepeso (IMC 85 a 95)".
El propósito de esta evaluación es determinar el
estado de salud individual del niño, incluida la presencia y el alcance de las comorbilidades relacionadas con la
obesidad, los factores de riesgo presentes en la historia y el entorno del menor, así como los recursos disponibles de la familia para llevar a cabo el tratamiento necesario.
Para atajar esta enfermedad en los menores de edad, la Academia de Pediatras de Estados Unidos apunta a
emplear la farmacoterapia para la pérdida de peso debido a su eficacia. Los especialistas exponen que esta medida, que debe ofrecerse junto al
tratamiento intensivo de la salud y estilo de vida del paciente, debe estar disponible para los adolescentes a partir de los 12 años (teniendo en cuenta los riesgos y beneficios que supone esta medicación). Para los mayores de 13 años con
obesidad severa, se ofrece como opción la
cirugía metabólica y bariátrica.
Abordaje conservador en menores de 10 años
Esta guía apunta a un abordaje más conservador en el caso de los niños con una edad inferior a los 10 años con diagnóstico confirmado de
obesidad. En pacientes pediátricos con edades comprendidas entre los 2 y los 9 años que tengan un IMC superior al percentil 95, los especialistas deberán realizar análisis de sangre y controles de la
presión arterial en cada visita a consulta.
En el caso de los pacientes más pequeños, se aboga por derivar a los niños de entre 2 y 5 años con
sobrepeso u obesidad a unidades de tratamiento intensivo de la salud y el estilo de vida con programas que, para resultar efectivos, deberán contar con más de 26 horas en un periodo de entre 2 y 12 meses. El objetivo sería brindar
apoyo conductual al niño y su familia en el tratamiento de las comorbilidades relacionadas con la obesidad.
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