El índice de masa corporal (
IMC), la tensión arterial, el colesterol, los triglicéridos y el tabaquismo en la adolescencia. Esos son los
cinco factores de riesgo en la infancia que predicen los
infartos de miocardio en la edad adulta, según el mayor estudio llevado a cabo por el Consorcio Cardiovascular Internacional hasta la fecha. Los resultados de la investigación, realizada en Estados Unidos, Australia y Finlancia, "son extrapolables a la población española y es un riesgo que se debería abordar cuanto antes", según
Constancio Medrano López, presidente de la Sociedad Española de Cardiología Pediátrica y Cardiopatías Congénitas (
Secpcc). Para el experto, "es necesario que el
Ministerio de Sanidad cree una estrategia inclusiva de todos estos factores de riesgo y que recoja, no solo el diagnóstico, sino también un plan general de
hábitos de vida,
alimentación y prevención del
tabaquismo".
Para poder llevarla a cabo, Medrano López asegura a
Redacción Médica que "es primordial que
Sanidad dé las herramientas necesarias para desarrollar dicha
estrategia de intervención precoz del riesgo de infarto y que se instauren los recursos necesarios para que se lleve a cabo con
actividades formativas y de promoción de la salud, entre otras".
Un parecer que también comparte
Raquel Campuzano,
presidenta de la Asociación de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (
SEC), quien afirma a este medio que "los datos previos y los de este estudio son evidencia más que suficiente para actuar. Lo que hay que hacer desde la infancia es lo que se denomina
prevención primordial, desde la familia, colegios, sociedad y estrategias del
Ministerio de Sanidad,
es decir, prevenir la obesidad, el
inicio del tabaquismo, fomentar el ejercicio físico y detectar los casos de hipertensión arterial o trastornos de los lípidos familiares en las revisiones habituales de
infancia y adolescencia".
De esta manera, Campuzano aclara que "solo así se impactará en la
enfermedad cardiovascular a nivel poblacional". A esto añade que, actualmente, "son más eficaces las
políticas poblacionales preventivas para conseguir una buena salud cardiovascular de niños o adolescentes que los programas de detección masiva de factores de riesgo". Por ello, "si se invierte más en prevención, se necesitará invertir menos en curación".
Cribado del riesgo de infarto en Atención Primaria
Para frenar el incremento de los infartos en la población adulta, Medrano López advierte que "también se debería abordar con la colaboración, sobre todo, de los
pediatras de Atención Primaria". Una colaboración "muy importante" también para Campuzano, quien señala que "se deben retomar los programas habituales de controles del niño sano y los programas preventivos y de cribados desde Atención Primaria".
Raquel Campuzano: "Es urgente retomar los programas preventivos, sino se estará hipotecando el futuro cardiovascular de nuestros más jóvenes"
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La experta aclara que "la etapa sanitaria actual es muy compleja, ya que se ha demorado la atención a la mayoría de
problemas crónicos de salud y se han detenido o desestructurado los
programas preventivos. Más que nunca, y a raíz de la evidencia también de este estudio, es urgente retomarlos, sino se estará
hipotecando el futuro cardiovascular de nuestros más jóvenes".
Obesidad infantil, el mayor handicap del riesgo cardiovascular
"El objetivo fundamental debe ser
luchar contra la obesidad infantil", alerta Campuzano ya que, según la experta, "los niños que han tenido un mayor riesgo de presentar eventos de adultos han sido los obesos y aquellos con tensión arterial elevada". Por ello, Campuzano expone que "se debe promover el
ejercicio físico a diario, y legislar
medidas de control en la industria alimentaria como por ejemplo en los azúcares añadidos y alimentos procesados, así como también controlar y regular la publicidad de alimentos, dirigida muchas veces a los adolescentes, y actuar previniendo el tabaquismo".
Por su parte, Constancio admite que "los programas de prevención que ya están enfocados a la
alimentación y obesidad, como la
estrategia NAOS, deberían de incluir el resto de factores de riesgo de infarto, como el control de la tensión arterial, colesterol, tabaquismo y factores ambientales". Para lograr todo ello, "se requiere coordinación entre los profesionales sanitarios y que esta estrategia la lidere las
autoridades sanitarias con ayuda de las
sociedades científicas", concluye.
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