La
Esclerosis Lateral Amiotrófica (
ELA) es una enfermedad neuromuscular que afecta a adultos y que supone la tercera enfermedad neurodegenerativa en incidencia, tras la demencia y la enfermedad de Parkinson. Con motivo del Día Internacional, que se celebra el 21 de junio, la Sociedad Española de Neurología (SEN) afirma que es imprescindible contar con
consultas especializadas y
multidisciplinares para abordarla.
La
ELA es una enfermedad
debilitante,
progresiva y
mortal. Desde el inicio de la enfermedad, la mitad de las personas que padecen ELA
fallecen en menos de 3 años, un 80 por ciento en menos de 5 años, y la mayoría (el 95 por ciento) en menos de 10 años. Esta elevada mortalidad hace que, a pesar de ser una enfermedad relativamente frecuente que afectará a
uno de cada 400-800 españoles a lo largo de su vida, se siga considerando una enfermedad rara.
La
SEN estima que en España existen unas
3.000 personas afectadas por ELA y que
cada año se diagnostican unos
900 nuevos casos. Además, en al menos un tercio de los casos la enfermedad afecta a personas en edad laboral, pudiendo presentarse a cualquier edad, aunque es más frecuente a partir de la 5ª y 6ª décadas y ligeramente más frecuente en varones.
Su causa es desconocida
“La ELA es una enfermedad que provoca una
debilidad muscular rápidamente
progresiva. Afecta a las
motoneuronas, es decir, a las células que controlan la actividad muscular voluntaria que es esencial para actividades como respirar, comer, hablar o caminar. Y aunque los
primeros síntomas pueden ser
muy variados dependiendo del paciente, los más habituales son
debilidad en las extremidades (60-85 por ciento de los casos) o en la
región bulbar (15-40 por ciento)”, explica
Nuria Muelas, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Neuromusculares de la SEN.
"Ser fumador, haber tenido alguna infección viral, ser hombre o de edad avanzada aumenta el riesgo de padecer ELA"
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Por lo general, es una enfermedad que aparece de
forma esporádica siendo su
causa desconocida, y solo en un 10-15 por ciento de los casos se puede identificar una mutación causal.
“Por lo que se sabe hasta ahora de la enfermedad,
no parece que exista una
causa única, sino una
combinación de factores, de los cuales muchos de ellos están aún por determinar. En todo caso, hay algunos factores que
aumentan el
riesgo de padecer ELA, como ser
fumador, haber padecido alguna
infección viral, haber estado expuesto de forma habitual a
metales pesados y/o
pesticidas o a
actividades físicas intensas, junto con ser
hombre y tener una
edad avanzada”, comenta Nuria Muelas.
La ELA es una enfermedad que conlleva una
gran carga de discapacidad y
dependencia. La discapacidad va siendo mayor conforme progresa la enfermedad, lo que conduce a la
pérdida progresiva de la
autonomía y una mayor necesidad de ayuda de terceras personas para las actividades de la vida cotidiana. Por todo, conlleva un
alto coste socio-sanitario, de alrededor de los
50.000 euros anuales por paciente.
Un único tratamiento específico aprobado
Por otra parte, a día de hoy esta enfermedad solo cuenta con un
tratamiento específico aprobado. Su efecto ha sido probado, pero es
moderado. Pero además de él, tienen que aplicarse otras medidas: tratamientos sintomáticos, prevención de complicaciones, medidas de soporte ventilatorio, nutritivo, fisioterapia, etc. que son fundamentales para mejorar la calidad de vida de los pacientes y para incrementar su supervivencia.
“En una enfermedad como la ELA es imprescindible contar con
consultas especializadas y
multidisciplinares, en las que neurólogos, rehabilitadores, fisioterapeutas, neumólogos, digestólogos y otros especialistas implicados en el manejo de esta enfermedad trabajen en equipo para ofrecer un
tratamiento integral a los pacientes. Porque además de lograr
mejorar la calidad de vida de estos pacientes, se ha comprobado que la
aplicación de cuidados multidisciplinares incrementa la supervivencia de los enfermos de ELA”, señala Nuria Muelas.
“Por otra parte, estas consultas también ayudan a la
identificación temprana de esta enfermedad -en muchas ocasiones difícil por la
heterogeneidad de los síntomas de la enfermedad y la complejidad de las técnicas de diagnóstico- lo que permite iniciar de forma precoz la planificación de cuidados en estos pacientes, algo que se hace especialmente relevante cuando se trata de una enfermedad tan
incapacitante y con una
esperanza de vida que puede ser
corta”, añade.
Actualmente el
retraso del diagnóstico de la ELA en España se sitúa en unos
12 meses, aunque en algunos casos puede alcanzar los dos o tres años.
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