Utilizar la magnetoencefalografía puede ayudar a detener, de manera precoz el alzhéimer. Así lo ha puesto de manifiesto un estudio llevado a cabo por un equipo de investigadores del Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), donde se ha analizado la causa más común de demencia en el mundo y cuya prevalencia aumenta cada año junto a la esperanza de vida.
“Uno de los grandes problemas de la enfermedad es que su etapa preclínica puede extenderse entre 10 y 15 años, un periodo demasiado largo en el que los daños se van acumulando poco a poco en el cerebro hasta llegar a un punto irreversible a día de hoy”, ha explicado el investigador del CTB y uno de los autores del estudio, David López.
El trabajo ha usado la magnetoencefalografía para discriminar si las pequeñas pérdidas de memoria o quejas subjetivas de memoria que muchos sufren a partir de una determinada edad se corresponden con una persona mayor sana o si, por el contrario, pueden ser el inicio del deterioro cognitivo. Y es que, tal y como ha comentado otro de los autores del trabajo, Ricardo Bruña, las personas mayores con quejas subjetivas de memoria no presentan deterioro cognitivo al realizar una evaluación neuropsicológica, es decir, las herramientas diagnósticas actuales los etiquetarían como personas mayores sanas y normales.
“A pesar de ello, dichas personas presentan el sentimiento subjetivo de pérdida de memoria y deterioro, que en algunos estudios ha sido relacionado con un mayor riesgo de desarrollar alzhéimer en el futuro, algo que tratamos de comprobar mediante la magnetoencefalografía”, ha añadido.
Para ello, los investigadores registraron la actividad magnética cerebral de cada uno de los participantes mediante magnetoencefalografía (MEG), una técnica que permite a los expertos estudiar la conectividad funcional entre distintas áreas cerebrales, o lo que es lo mismo, medir como se comunican entre sí las regiones del cerebro en cada uno de los participantes.
Alternaciones en la conectividad funcional
Al comparar al grupo de pacientes con deterioro cognitivo leve con el grupo control (personas mayores sin quejas de memoria) se encontraron alteraciones en la conectividad funcional de los pacientes cuyo cerebro ya había empezado a deteriorarse. Dichas alteraciones consistían en una “importante” desconexión entre regiones posteriores del cerebro, que disminuyen su comunicación, y que iban acompañadas de un aumento de conectividad entre ciertas regiones anteriores del cerebro.
Sin embargo, a juicio de los investigadores, el resultado “más relevante” es que las personas mayores con quejas subjetivas de memoria y sin deterioro cognitivo mostraban un patrón de alteraciones en su conectividad funcional muy similar al de los pacientes cuyo cerebro sí estaba deteriorado. “Este estudio muestra que la perdida subjetiva de memoria, incluso en ausencia de manifestaciones clínicas, produce cambios en el cerebro similares a los que se observan en un grupo de pacientes en los estadios iniciales de la enfermedad y que la magnetoencefalografía es capaz de mostrar esos cambios antes de que nuestras herramientas clínicas detecten ese deterioro”, ha informado López.
No obstante, los expertos han subrayado la necesidad de realizar más estudios que permitan discriminar uno a uno qué individuos de entre aquellos con quejas subjetivas de memoria tienen de verdad un riesgo aumentado de padecer EA, ya que se trata de un grupo muy diverso y heterogéneo, en el que la perdida subjetiva de memoria podría ser causadas por otros motivos tales como la depresión.
“Ahora bien, la magnetoencefalografía se presenta como una herramienta muy útil en las etapas iniciales de la enfermedad, ya que en este estudio muestra mayor capacidad para encontrar diferencias entre personas mayores con y sin quejas de memoria que nuestras herramientas habituales”, ha zanjado Bruña.
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