Investigadores del Brigham and Women's Hospital y del Beth Israel Deaconess Medical Center (Estados Unidos) han observado que la
fragmentación del
sueño, es decir, el tiempo que se pasa en la cama pero no se duerme, está relacionado con la
aparición de
migraña no al día siguiente, sino más bien a los dos días. En su trabajo, publicado en la revista
Neurology, no encontraron que la duración del sueño o su baja calidad se asociara con un mayor riesgo de migraña.
Los investigadores realizaron un estudio de cohorte prospectivo de
98 adultos con migrañas episódicas, que sufrieron al menos dos dolores de cabeza, pero que tenían menos de 15 días cada mes con dolor de cabeza.
Los participantes completaron
diarios dos veces al día, registrando detalles sobre su sueño, dolores de cabeza y hábitos de salud durante seis semanas. Durante ese tiempo, también usaron un
activógrafo de muñeca en la cama para capturar objetivamente sus patrones de sueño. El equipo ajustó los datos para otros desencadenantes de la migraña, como la ingesta diaria de
cafeína, el consumo de
alcohol, la
actividad física, el
estrés y más.
El sueño es multidimensional
Durante el transcurso de seis semanas, los participantes reportaron
870 dolores de cabeza. La
duración del
sueño nocturno de
6,5 horas o menos y la mala calidad del sueño no se asociaron con migrañas al día siguiente o a los dos días. Sin embargo, la
fragmentación del sueño medida tanto por el diario como por el activógrafo se asoció con mayores probabilidades de tener migraña a los dos días.
"El
sueño es
multidimensional, y cuando observamos ciertos aspectos encontramos que la
baja eficiencia del sueño, que es la cantidad de tiempo que se está despierto en la cama cuando se intenta dormir, se relaciona con las
migrañas que no son al día siguiente, sino a los dos días. Sin embargo, no observamos una relación entre la corta duración del sueño nocturno (menos de 6,5 horas) o la calidad del sueño y el riesgo de migraña", concluyen los autores.
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