El
cambio de horario de verano ya es una realidad en España, y este domingo 26 de marzo los ciudadanos tendrán que adelantar sus relojes una hora. A lo largo de las últimas décadas, han ido apareciendo estudios en que se afirma de los problemas de salud que llega a generar este cambio de hora. La Sociedad Española de Sueño (
SES) considera que el horario de invierno facilita tener
más horas de sueño y un
despertar más natural, al coincidir con el amanecer. Por este motivo, pide mantenerlo de forma permanente, aunque no piensa lo mismo del horario de verano, que puede llegar a
generar alteraciones neurológicas y
cardiológicas.
El cambio de horario no llega a suponer efectos peligrosos para la población, aunque sí que puede llegar a generar notables alteraciones del sueño y a los distintos ritmos de vida. Debido a ello, muchas personas pueden
llegar a tardar días para lograr acostumbrarse a su nuevo horario.
Los principales afectados por este cambio son la
población pediátrica y los mayores, además de las personas que sufren enfermedades neurológicas o ligadas a la salud mental, como puede ser la depresión o la ansiedad.
Tal y como defiende la SES, una de las consecuencias que puede generar el cambio de horario es
la alteración del sueño. El cambio de hora genera una desincronización del reloj interno por la oscuridad de la mañana y la luminosidad de la noche. Esto provoca que las personas tiendan a
acostarse y despertarse más tarde.
Enfermedades cardíacas y cerebrovasculares
Esta situación puede provocar que algunas personas experimenten insomnio y dificultad para conciliar el sueño.
A nivel cardiovascular, y tal y como defiende la Asociación Americana del Corazón (
AHA, por sus siglas en inglés), diferentes estudios científicos afirman que existe un aumento en la
incidencia de enfermedades cardíacas y
accidentes cerebrovasculares durante la transición horaria.
Un ejemplo de ello es un estudio presentado en las Sesiones Científicas de la Asociación Americana del Corazón en 2018, en que se informó que los ingresos hospitalarios por
fibrilación auricular, el tipo más común de latidos cardíacos irregulares, aumentan con la
transición del horario de verano.
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