El 2 de junio se conmemora el
Día Nacional contra la Miastenia Gravis, una enfermedad neurológica autoinmune y crónica, que es la más frecuente dentro del grupo de entidades que afectan a la unión neuromuscular, y que se caracteriza por la debilidad y fatiga precoz de los músculos esqueléticos y/o voluntarios del cuerpo. Según datos de la
Sociedad Española de Neurología (SEN) cerca de 10.000 personas en España padecen esta enfermedad de la que cada año se diagnostican unos 700 nuevos casos, el 70 por ciento de las veces en mayores de 65 años.
La gran mayoría de las personas afectadas por miastenia gravis desarrollan
miastenia ocular en la etapa inicial de la enfermedad, la cual afecta a los músculos que controlan el movimiento del ojo y los párpados, siendo en estos casos la visión borrosa o doble y la caída del párpado los primeros síntomas de la enfermedad. Pero la miastenia gravis también puede afectar a los músculos de la cara, los brazos, las piernas así como a los que se utilizan para hablar, comer o respirar.
Cuanto antes empiece la enfermedad, más probabilidad de remisión espontánea
“Calculamos que en más del 70 por ciento de los casos la enfermedad se inicia con afección de la musculatura ocular y en un 30 por ciento continúa afectando exclusivamente a los ojos. Pero, salvo un 10-30 por ciento de los casos en los que se puede producir una remisión espontánea, en el resto de casos la enfermedad termina afectando a otros grupos musculares”, explica
Gerardo Gutiérrez Gutiérrez, coordinador del Grupo de Estudio de Enfermedades Neuromusculares de la Sociedad Española de Neurología.
En más del 70% de los casos la enfermedad comienza con afección de la musculatura ocular
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“Mientras que los pacientes que tienen un comienzo temprano de la enfermedad tienen una mayor
probabilidad de remisión espontánea, las personas que ven afectados sus músculos respiratorios –un 10-15 por ciento de los pacientes- son las que presentan los casos más graves y con mayor riesgo de mortalidad”.
España es uno de los cuatro países en los que se ha registrado una
mayor incidencia de aparición tardía de la enfermedad. Cada año aparecen más casos en mayores de 65 años -el 70 por ciento de los nuevos casos-, pero además se sospecha que existen muchos casos no diagnosticados en mayores de 80 años, principalmente porque uno de los principales síntomas de esta enfermedad, la
fatigabilidad muscular, es de más difícil interpretación en los ancianos, al confundirse con cambios fisiológicos propios del envejecimiento.
La enfermedad puede debutar a cualquier edad
En todo caso, la miastenia puede debutar a cualquier edad, entre un 10 y un 20 por ciento de los casos se dan en la infancia o en la juventud y, mientras que las mujeres adultas son más propensas a desarrollar miastenia gravis entre los 20 y los 40 años de edad, en los hombres suele comenzar a partir de los 60 años.
Actualmente, en España, el 60 por ciento de los nuevos casos de miastenia ya se diagnostica antes del primer año de experimentar los
primeros síntomas, sin embargo aún existen pacientes que tienen que esperar hasta tres años para obtener un diagnóstico correcto.
Entre un 10 y un 20 por ciento de los casos de miastenia se dan en la infancia o juventud
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“Las
manifestaciones clínicas de esta enfermedad son variables, ya que dependen de los grupos musculares que se vean afectados así como de las propias fluctuaciones de la enfermedad. Esta condición propicia que produzcan errores diagnósticos que pueden retrasar el inicio del tratamiento”, señala Gerardo Gutiérrez.
“Puesto que la
efectividad de los tratamientos es mayor cuando se aplican en los estados iniciales de la enfermedad, identificarla de forma precoz debe ser una de las prioridades. Los tratamientos para la miastenia han avanzado notablemente en los últimos años, permiten una mejoría clínica en un 90 por ciento de pacientes, y por lo tanto el pronóstico de la enfermedad y la
tasa de mortalidad ha cambiado espectacularmente”, explica.
No tiene cura, pero puede
Porque, a pesar de que aún se desconoce qué es exactamente lo que provoca la miastenia, y que no existe un tratamiento que permita su curación, en la casi totalidad de los casos, si existe un diagnóstico precoz, una medicación adaptada a cada paciente y unos
hábitos de vida adecuados en los que se alterne periodos de descanso en la actividad diaria, así como una mejora en el sueño, menos estrés, ejercicios aeróbicos suaves y se evite el sobrepeso, se puede mejorar claramente la calidad de vida de los pacientes.
Además, por lo general, con el tratamiento adecuado, la enfermedad tenderá a estabilizarse y la esperanza de vida de los afectados será similar a la de la población sana.
Aun así, es una patología de riesgo, con un alto coste socio-sanitario – la Sociedad Española de Neurología estima unos 15.000 euros anuales por paciente- que necesita de un seguimiento y tratamiento adecuado, idealmente en Unidades Especializadas, así como de esfuerzos en la investigación para mejorar la calidad asistencial y su diagnóstico.
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