Hace más de un cuarto de siglo que el neurorradiólogo
Javier Masso lleva a cabo procedimientos endovasculares en el
Hospital Universitario Donostia para tratar
ictus isquémicos. Especializado en esa parte de la Radiología que busca lograr un diagnóstico mediante la obtención de imágenes de todo lo relacionado con el sistema nervioso, en estos años ha vivido el paso de técnicas realmente cruentas -como neumoencefalografías o pruebas con contraste con diferentes punciones a través del canal raquídeo- a la abundante información y posibilidades que ofrecen la tomografía computarizada o TAC.
En estos años de ejercicio, el Jefe de Radiodiagnóstico del hospital donostiarra ha desarrollado una importante acitividad terapéutica gracias al manejo habitual de catéteres, agujas,
coils, balones,
stents y demás material necesario para sus intervenciones. Todo ello para conseguir
menos morbilidad y más accesibilidad a las patologías que buscan solucionar.
Se introduce un catéter desde la arteria femoral hasta el interior del cráneo y se extrae el trombo por aspiración
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Su técnica resulta clave para tratar los ictus del modo más eficaz posible. De ahí que, preguntado por la principal aportación de su disciplina se muestre tajante: "Hemos conseguido ser capaces de acceder en poco tiempo al
interior de una arteria y sacar el trombo que la obstruye", declara a Redacción Médica.
Respuesta en media hora
En concreto, desde que un paciente entra en su sala hasta que son capaces de liberar el trombo no pasan más de entre 35 y 50 minutos, un tiempo que ha ido reduciéndose en los últimos años y que resulta clave, puesto que en el ictus se debe actuar siempre en un periodo ventana de
seis horas desde que el paciente sufre el primer ataque. "Somos capaces de responder en media hora, porque estamos localizados de guardia siempre. La mayoría de los pacientes que llegan por debajo de las cuatro horas a nuestro hospital pueden ser tratados con éxito", asegura Masso.
La técnica utilizada para
extraer el trombo es mayoritariamente la aspiración, y lo consiguen introduciendo un catéter que llega, con una serie de sistemas de navegación, desde la punción en la arteria femoral hasta el interior del cráneo. Esto se consigue, además, con ciertas técnicas o 'trucos' que sólo la tecnología y los años de experiencia pueden otorgar.
En opinión del neurorradiólogo, hay
tres innovaciones clave para esta disciplina en la última década. La primera es el
avance descomunal de la imagen, las posibilidades y herramientas para trabajar con reconstrucciones, mapas de carretera, supuestos sobre la imagen obtenida, etc. La segunda, el
desarrollo tecnológico y de los materiales utilizados, no sólo por su uso sino también por su diseño. Por último, haber
dejado de ser invisibles. "Las especialidades afines se han dado cuenta de que nosotros
resolvemos problemas graves para un paciente, como la causa de una hemorragia por ruptura de un aneurisma. En 2011 hicimos 35 'códigos ictus', y en 2016 hemos tratado 81 casos, de los cuales hemos conseguido la reapertura del vaso en el 94 por ciento de los casos -primera condición para que haya mejora de la situación clínica del paciente-", defiende.
Formación de acceso complicado
Con ese plural mayestático Masso se refiere a los neurorradiólogos, algo molestos porque no son tenidos en cuenta ni como una subespecialidad ni como área de capacitación específica. "Para ejercer en Neurorradiología
hay que hacer la especialidad de Radiología. La mayoría de los que hacemos intervencionismo en Neurorradiología venimos de ahí. Es un panorama un poco confuso y tiene sus consecuencias, especialmente para las generaciones jóvenes", lamenta.
Masso lamenta que la neurorradiología no sea una especialidad y defiende que para que haya calidad en su técnica debe haber cantidad
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Actualmente en España existen unos 60 hospitales donde se pueden practicar las técnicas endovasculares mencionadas, pero que las realicen como actividad específica, no más de 40. En opinión de Masso, está bien que haya cierta polivalencia, ya que
no todos los centros pueden ser de referencia, y en su disciplina, para que haya calidad debe haber cantidad -respecto al número de intervenciones-. "Para que pudiéramos tener unidades de cirugía endovascular neurológica o neurorradiología intervencionista tiene que haber
una concentración de actividad y una población de referencia en torno al millón de personas. Por debajo de esa cifra, puede ser hasta un desastre administrativo, ya que montar una unidad para 500.000 personas no es buena idea", comenta Masso.
Más concienciación
Precisamente para concienciar sobre estas cuestiones y facilitar el avance de los neurólogos
se ha organizado Dictuss'17, la Reunión Norte de Tratamiento Endovascular del Ictus Isquémico que se celebra este jueves en el Palacio Miramar de San Sebastián, y que contará con expertos de los hospitales de la zona norte de España.
Pese a los avances obtenidos para mejorar la calidad de vida de los pacientes con técnicas endovasculares, lo que Masso llama 'fontanería moderna', una duda se le queda en el aire: ¿
Hasta que edad podemos aplicar estas técnicas? "El paciente es autónomo, sí, tiene vida normal, también, pero tiene 93 años... En mi opinión, poner una edad de corte no es muy socialmente admisible, pero desde el punto de vista de resultados y capacidad de actuación, tiene sus consecuencias. La proyección para dentro de cinco o siete años es que la primera causa de muerte sea el ictus, y la
edad media de la población avanza. Habrá más ictus, y con los recursos actuales no podríamos atender las necesidades de dentro de siete años. Tendremos que adecuarlos a lo que queremos resolver", sentencia el Jefe de Radiodiagnóstico del centro donostiarra.
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