El
trasplante pulmonar es una técnica con cada vez más indicaciones y su uso está en aumento. “No hemos alcanzado la meseta, cuando el número de usos se estabiliza”, afirma
Rodrigo Alonso Moralejo, neumólogo del Hospital Universitario 12 de Octubre.
Una de las principales patologías beneficiadas es la
fibrosis quística, en la que “estamos hablando de pacientes con una probabilidad de fallecimiento muy elevada” y en la que el 80 por ciento se mantiene con vida un año después de la intervención, y un 77 por ciento pasado un lustro.
La
mediana de supervivencia ha alcanzado en esta enfermedad los 8,5 años. “Es la estrella del
trasplante pulmonar, y además estamos trasplantando a pacientes cada vez más mayores, por lo que son capaces de asumir mejor todos los cuidados post-trasplante y probablemente obtendremos un beneficio extra”, afirma Alonso. En
hipertensión pulmonar idiopática, la mediana se sitúa en 5,7 años; en enfermedad pumonar obstructiva crónica (
EPOC), en 5,6 años, y en
fibrosis pulmonar idiopática, “el patito feo”, en torno a los 4,8 años.
Los estudios establecen que hacer un
trasplante bipulmonar (es decir, sustituir los dos pulmones) es más beneficioso para el paciente, pero “nos topamos con la limitación de donantes, por lo que se mantiene la necesidad de seguir haciendo unilaterales”.
El especialista ha impartido una ponencia sobre supervivencia y calidad de vida en el marco del XXII Congreso de
Neumomadrid, la Sociedad Madrileña de Neumología y Cirugía Torácica, que se está celebrando este jueves y viernes en el hotel Rafael Atocha de la capital. Precisamente la
calidad de vida es algo que necesita mejorar, pues aunque se carece de datos sólidos, solo un 20 por ciento trabaja después del trasplante, por ejemplo.
No obstante, el componente físico mejora si bien es el emocional el que pesa más: “Éste no cambia tras la intervención y permanece bajo”. El excesivo control y medicalización del paciente, reconoce Alonso, dificultan este aspecto, sobre el que hay que seguir trabajando.
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