Según fuentes de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), de cada cien fumadores que realizan un intento de abandono del hábito por sí mismo, sólo un cinco por ciento lo consigue, pero si este intento se acompaña de la adecuada valoración diagnóstica y terapéutica de un profesional, las posibilidades de éxito pueden multiplicarse por diez.
“Dejar de fumar es la decisión más saludable que se puede tomar en cualquier momento de la vida”, ha declarado Juan Antonio Riesco, coordinador del Año Separ 2016 de la EPOC y el tabaco; “esta decisión, cuya motivación es diferente para cada fumador, debe ir acompañada de la ayuda de los profesionales sanitarios para incrementar sus posibilidades de éxito”.
En el caso de las personas con enfermedades respiratorias crónicas y en especial para los pacientes con EPOC, dejar de fumar debe ser una decisión prioritaria pues es fundamental para frenar el deterioro de su función pulmonar y mantener su calidad de vida.
Sin embargo, estudios diseñados para ver la evaluación de tratamientos farmacológicos en la EPOC constatan la elevada prevalencia del tabaquismo en pacientes ya diagnosticados de EPOC, y que oscila entre el 38 por ciento y el 77 por ciento.
Las peculiaridades del paciente con EPOC
Una de las razones de que el hábito tabáquico persista a pesar de la enfermedad pulmonar se liga, según ha explicado Riesco, a las peculiaridades que muestran los pacientes con EPOC como fumadores: “Consumen mayor número de cigarrillos, realizan una calada más profunda y retienen más el humo, tienen mayor dependencia del tabaco y menor grado de motivación para abandonar el hábito tabáquico, todo ello acompañado por un estado de ánimo más deprimido y con una autoestima más baja”.
Por eso resulta útil diferenciar entre dos tipos de pacientes: aquellos con diagnóstico reciente de EPOC, que tienen mayor grado de motivación y que podrán responder mejor a tratamientos convencionales, y los pacientes con diagnóstico antiguo de EPOC, amplio historial de recaídas, muy bajos niveles de autoeficacia, gran desconfianza, frustración y desánimo, elevada presión interna y externa y que se muestran reacios a nuevos intentos.
“Este grupo necesita un nivel de intervención más intensivo y la necesaria intervención de expertos en tabaquismo, y si es preciso acudir a unidades especializadas en tabaquismo”, ha recordado Riesco.
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