El trastorno del espectro autista (TEA) escapa a las técnicas de neuroimagen demasiadas veces. Por eso, investigadores de las universidades de Granada y Cambridge (Reino Unido) han sugerido que, en lugar de agrupar la alteración en una sola entidad, se divida en varias.
La última edición del manual diagnóstico de enfermedades (DSM-V), que edita la Asociación Americana de Psiquiatría (APS), amplía el rango diagnóstico para la enfermedad bajo el epígrafe de “espectro”, cosa que no sucedía en la versión anterior del documento.
Ahora, los científicos han recurrido a las técnicas de neuroimagen, como la resonancia magnética, para evaluar y mejorar el diagnóstico del TEA, ya que han descubierto que existen ciertas carencias en el método que se utiliza para tal fin.
La investigación, realizada por el grupo de investigación SiPBA de la UGR, ha destacado la gran cantidad de falsos diagnósticos positivos en las áreas cerebrales afectadas por TEA que se realizan en este momento, debido a las limitaciones derivadas del uso de resonancia magnética para este fin, ya que las imágenes obtenidas en diferentes centros de diagnóstico poseen diferencias sustanciales, lo que hace que no sean comparables.
Demasiados falsos positivos
En concreto, los investigadores proponen que se divida el autismo en subclases para poder estudiarlo y comprenderlo mejor, en lugar de agruparlo como ha hecho el DSM-5.
Pese a todos los intentos por homogeneizar las bases de datos de imágenes, las diferencias existentes entre tipo de escáner, sesgo de pacientes, modelos, y otras características técnicas, suelen hacer que el resultado de los análisis se vea afectado por una gran cantidad de falsos positivos.
Éstos aparecen de forma más evidente cuando las diferencias debidas a la enfermedad resultan sutiles, como es el caso del TEA, y se considera casi imposible distinguir cuáles son atribuibles a diferencias en la adquisición y cuáles son debidos a la enfermedad en sí misma.
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