Para la población general la influencia de los genes en el
peso corporal es de alrededor un
20 por ciento, según determinan los estudios que en los últimos años han analizado el genoma completo de decenas de miles de personas. Es decir, “el estilo de vida, como los hábitos alimenticios y el ejercicio, tienen mucho impacto, pero los factores genéticos también influyen”, explica la investigadora
Nerea Deleyto-Seldas, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (
CNIO).
Algunos de esos factores genéticos ya se conocen, puesto que se han identificado ya cerca de un centenar de variantes genéticas que aumentan moderadamente la probabilidad de tener un Índice de Masa Corporal elevado (
IMC), según CNIO. Investigadores del instituto e
IMDEA Alimentación acaban de identificar una nueva. Su trabajo se publica en la revista
Genome Biology, con
Nerea Deleyto-Seldas (CNIO) y
Lara P. Fernández, del Instituto IMDEA Alimentación, como primeras
co-autoras.
Las variantes de un gen son versiones ligeramente distintas de ese gen, que muchas veces no suelen traducirse en cambios visibles en el organismo. Pero en esta ocasión, sí, según subralla CNIO. Esta variante afecta a la
cantidad de grasa que acumula el cuerpo, y los autores del nuevo estudio muestran que es especialmente
frecuente en Europa. Se estima que está presente en casi el
60 por ciento de la población europea.
Para
Alejo Efeyan, jefe del Grupo de Metabolismo y Señalización Celular del CNIO, “el hallazgo supone un paso más en la comprensión de los
componentes genéticos de la obesidad”.
Ana Ramírez de Molina, directora del Instituto IMDEA Alimentación, considera que “el conocimiento de la implicación de la ruta de detección celular de nutrientes en la obesidad puede tener implicaciones en el desarrollo y aplicación de estrategias personalizadas en prevención y tratamiento de la obesidad”.
Genética y medidas corporales de 790 voluntarios
El sobrepeso y la obesidad se definen por una
acumulación anómala o excesiva de grasa que afecta a la salud. Para buscar variantes genéticas que influyen en el fenómeno, y las alteraciones metabólicas asociadas, un equipo de IMDEA Alimentación recabó de
790 voluntarios sanos material genético y datos como el peso, el Índice de Masa Corporal, las cantidades de grasa total y visceral, la cantidad de masa muscular, y los perímetros de cintura y cadera, entre otros.
Los autores del trabajo analizaron las posibles asociaciones de estos parámetros con
48 variantes genéticas determinadas, seleccionadas por su posible relevancia funcional. Detectaron así una “
correlación significativa entre una de esas variantes en el
gen Fnip2, y muchos de estos parámetros relacionados con la
obesidad”, explica el estudio, que acaba de ser publicado por la
Genome Biology.
Demostración en modelos animales
Después se estudió el efecto de esta variante en
ratones, que previamente habían sido modificados genéticamente para lograr que la expresaran. “Comprobamos que los ratones con esta variante, asociada en personas a una constitución delgada, tienen entre un 10 por ciento y un 15 por ciento menos de grasa que sus homólogos no portadores”, explica Efeyan.
En
humanos no se puede aislar el efecto de esta variante del de otras muchas variables, genéticas y ambientales, que influyen en la constitución física, por lo que es imposible calcular con precisión la potencia de su efecto. Pero dado que la influencia de la genética en la obesidad no supera el 20 por ciento, la contribución de la variante ahora identificada es necesariamente pequeña. Por eso los investigadores usan términos como predisposición o
tendencia: “No se trata, en absoluto, de que quienes tengan esta versión puedan comer en exceso sin engorda
r”, aclara Efeyan.
Los animales modificados genéticamente para este estudio no presentaron otras alteraciones ni diferencias. “Este resultado es muy
impactante, porque muchos de estos estudios suelen ceñirse a reportar asociaciones; en este trabajo mostramos que basta el
cambio de una sola letra en todo el genoma de ratón para replicar lo observado en la variante humana”, continúa Efeyan.
Relacionada con lo que ‘come’ la célula
La importancia de la variante detectada reside en que está asociada con la
ruta de señales bioquímicas que indica a la célula los nutrientes que tiene disponibles. Ahora hay que estudiar por qué un pequeño cambio genético afecta a la tendencia a ser de constitución delgada, apunta CNIO.
El objetivo en el futuro es “
entender mejor las bases moleculares de lo que hace esta variante genética, es decir, lo que bioquímicamente le está pasando a la célula”, añade Nerea Deleyto-Seldas. “Necesitamos mejorar las herramientas genéticas para diseccionar en qué momento cobran importancia las consecuencias funcionales de esta variante en el organismo, por ejemplo, durante el proceso de formación de la grasa”, resalta. El hallazgo abre, además, interrogantes que atañen a otras áreas de la ciencia, como qué presiones evolutivas favorecieron la selección de esta variante y en qué momento ocurrió.
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