La
revista científica más emblemática del movimiento
'open access' o acceso abierto (en el que cualquier persona puede acceder a sus contenidos, sin suscripción previa) está de aniversario.
PLOS One cumple una década y, a día de hoy, no se duda de su fiabilidad.
“Se rechazan artículos en PLOS One y en otras revistas 'open access' y, aunque no nos guste, para mí es un signo de calidad” explica
Esther Barreiro, directora de
Archivos de Bronconeumología, la publicación de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ). “Antes pensábamos que si se las pagaba, iban a aceptar cualquier cosa, pero no es así: la revista valora la calidad, no solo el hecho de que le voy a pagar 1.500 euros”.
El
modelo de financiación, en el que es el autor y no el lector quien paga para sostener la estructura de la revista, ha generado una gran suspicacia entre la comunidad científica. No siempre es así: “Nuestra revista es de acceso abierto antes de que se popularizara el acceso abierto”, comenta con cierta ironía
Javier Cañones Garzón, director de la revista Medicina General y de Familia, órgano de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
Mantener una biblioteca actualizada es algo muy caro
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“Desde principios de los 2000, nuestra revista lleva colgada en internet, creo que solo nos faltan los 20 primeros números, es decir, unos seis años”, explica a
Redacción Médica. Cañones tiene clara las ventajas de esta libertad para la profesión: “La mayoría, o una parte muy importante de nuestros lectores, son sudamericanos. Estamos difundiendo el conocimiento entre una gran masa de lectores que, de otra manera, no podrían acceder a esta información”. Este acceso facilita la participación en
proyectos de cooperación con países con menos recursos y la promoción del asociacionismo médico, redondea el editor.
Y es que mantener una biblioteca actualizada es caro, muy caro. “El objetivo inicial del 'open access' era hacer la ciencia popular, accesible, y que no perteneciera solamente a un club de elite”, apunta Esther Barreiro. “La biblioteca de mi institución paga un millón de euros anuales por tener una colección de revistas que ni de lejos llega a cubrir las necesidades de la universidad”.
Reticencias
Exuperio Díez Tejedor, jefe del Servicio de Neurología de La Paz y coordinador del Área de Neurociencias del Idipaz, tiene más de 300 estudios publicados en revistas nacionales e internacionales. “Me paso parte del día eliminando correos de revistas de acceso abierto que te piden que les mandes artículos”.
El investigador no es reacio al acceso abierto, pero tiene claro que es necesario que la revista esté reconocida en los
índices de publicaciones, “y hay varias de 'open access' que lo están”. A la hora de publicar en este tipo de condiciones, la revista tiene que estar respaldada “por una sociedad o una editorial de garantía. Ahora, un par de amigos pueden sacar una revista de acceso abierto”.
Esther Barreiro: "Las revistas de suscripción nos haremos el 'hara kiri'"
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Javier Cañones, por su parte, que el acceso abierto no es de por sí una reticencia para publicar, sino que es tan solo una cuestión de prestigio, y apunta: “Nuestra revista no cobra por publicar, nuestros revisores hacen el trabajo de forma gratuita, es una cuestión de vocación”.
"Una batalla perdida"
El prestigio marca una diferencia crucial. “Los que tenemos cierta edad tenemos ese orgullo de que te acepte un club tan elitista. Ese orgullo es una
reticencia emocional, pero es inevitable”, medita Esther Barreiro. No obstante, la directora de
Archivos de Bronconeumología está segura de que esta reticencia emocional no va a impedir lo inevitable: “Las revistas de suscripción nos haremos el
hara kiri, es una batalla perdida”.
“No sé qué fórmula utilizaremos, pero en unos años tendremos que abrir todo el contenido. Nos van a obligar las agencias de evaluación, los ministerios de Ciencia e Innovación de los países, Europa ya obliga a tener un porcentaje de los
proyectos financiados a publicar en 'open access' y a partir de 2020 será obligatorio en todos los sufragados con dinero público”.
Mientras Díez Tejedor considera que convivirán las suscripciones con el acceso libre, algo que se ha hecho habitual en la actualidad a través de un modelo híbrido (donde los autores también pagan porque su artículo, aunque esté en una revista de suscripción, sea de acceso libre), Barreiro considera que el futuro es del acceso libre. “Van a tener que surgir normas que controlen la calidad, pero es una batalla perdida”.
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