Los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (
EPA) muestran que cerca del 75 por ciento de profesionales dedicados a las
actividades sanitarias son
mujeres. Ni siquiera un sector tan feminizado como este escapa a conceptos como
brecha de género o
techo de cristal, que se reflejan en aspectos como el salario y el acceso a cargos directivos, cada vez más visibilizados. No lo son tanto otros, como la influencia que una profesión tiene en la vida personal de las mujeres que la ejercen, que en el caso de las médicas se traduce en
mayor tasa de infertilidad y
embarazos de riesgo.
El ‘conflicto de interés’ entre el desarrollo profesional de quienes se dedican a la Medicina y la paternidad ha sido una importante fuente de literatura científica. Dentro de la misma destaca un artículo publicado en 2021 por la
revista JAMA Surgery, en el que una muestra de
850 cirujanos evidenció que las mujeres de este gremio médico tenían
mayores probabilidades de retrasar el embarazo, recurrir a la reproducción asistida y sufrir abortos o requerir cesárea que la pareja de sus colegas de profesión.
Un artículo publicado el pasado mes de enero en
Medscape complementa esta tendencia con un segundo estudio en el que se observa un mayor riesgo de
sufrir infertilidad,
abortos espontáneos y complicaciones durante en el embarazo en el caso de las médicas que en el de la población general .
¿Por qué las médicas tienen más problemas de fertilidad?
El abanico de causas que lleva a explicar la difícil relación de las profesionales médicas con la
fertilidad es variado. No obstante, una destaca por encima del resto: la
formación médica es notablemente más larga que en otras disciplinas. En el caso de España, esta situación se traduce en
seis años de grado a los que se suma
uno de preparación del examen de acceso a la especialidad y la residencia para alcanzar un periplo de en torno a una década. Esta circunstancia afecta directamente a las facultativas, que llegan más tarde al
punto de estabilidad económica y personal que las permita plantearse la maternidad.
Aunque la investigación respalda los beneficios de la
actividad física durante el embarazo, un trabajo como la
cirugía que requiere estar de pie durante largos períodos de tiempo también genera, según el estudio, una
desventaja en trabajos como por ejemplo la cirugía, que requiere estar de pie durante largos períodos de tiempo.
En este sentido, las cirujanas que operan durante
más de 12 horas a la semana tienen
un riesgo más alto de complicaciones del embarazo, según destaca el estudio. Por otra parte, también se sugiere que los
turnos nocturnos o los turnos oscilantes (las horas entre el día y la noche) ponen a las mujeres en mayor riesgo de complicaciones del embarazo.
¿Qué se puede hacer para cambiar esta situación?
Para generar conciencia en este sentido, la investigación aboga por educar en salud reproductiva en la misma
carrera de Medicina. Solamente un
ocho por ciento de los médicos llegan a recibir educación sobre el riesgo de retrasar el embarazo, y aquellas personas uqe lo hacen son significativamente menos propensos a experimentar la pérdida del embarazo o buscar tratamiento para la infertilidad.
Para conseguir crear esta remodelada mentalidad, no solo se debe poner el foco en los
estudiantes de Medicina, sino que también a los profesionales de todos los niveles como pueden ser los directores de programas de residencia y capacitación de
becas, los jefes de departamento y los directores ejecutivos de hospitales.
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