En personas con diabetes tipo 1, los altos niveles de glucosa en la sangre eventualmente pueden dañar los vasos sanguíneos en el ojo, el riñón, el corazón y otros órganos, pero el daño puede ser infligido por diferentes mecanismos biológicos en distintos órganos. Científicos del Centro de Diabetes Joslin, en Boston, Massachusetts, Estados Unidos, ahora han demostrado que mecanismos similares también pueden estar funcionando en el ojo y el corazón, dando pistas valiosas que eventualmente ayuden a desarrollar terapias que frenen las complicaciones.
Las personas con enfermedad renal crónica presentan un riesgo mucho mayor de enfermedad cardiovascular, la principal causa de muerte para las personas con diabetes tipo 1. En un artículo publicado en Diabetes Care, el equipo de Joslin demostró que la afección ocular conocida como retinopatía diabética proliferativa también se vincula de forma independiente con la enfermedad cardiovascular.
"Este es un hallazgo inesperado -señala George King, vicepresidente senior y director científico de Joslin y profesor de la Facultad de Medicina de Harvard, en Estados Unidos-. Sugiere que los factores biológicos que protegen o aumentan el daño a los vasos sanguíneos se comparten entre el ojo y el sistema cardiovascular, pero pueden ser diferentes de los que afectan al riñón".
La identificación de esta conexión planteó un desafío particular, ya que las personas con diabetes tipo 1 que tienen enfermedad renal crónica también suelen presentar daño ocular grave, dice King, autor del artículo. Cuando los investigadores Joslin observaron los registros de cientos de participantes en el programa Joslin Medalist, que caracteriza a las personas que han tenido la enfermedad durante más de 50 años, pudieron detectar a 30 personas sin enfermedad ocular grave, pero con enfermedad renal crónica.
Dada la presencia de enfermedad renal, los investigadores esperaban que estas personas también experimentasen tasas significativamente más altas de patología cardiovascular que otras personas sin trastorno renal. "Pero sorprendentemente, ese grupo no muestra mucho aumento en la enfermedad cardiovascular", subraya King.
La glucosa alta no daña a todos los vasos sanguíneos por igual
El autor principal del artículo, Daniel Gordin, confirmó el descubrimiento en Medalist en una cohorte separada de personas con diabetes tipo 1, el estudio ‘Finnish Diabetic Nephropathy’ (‘FinnDiane’). Iniciado en 1997, el análisis ha recopilado datos genéticos y físicos detallados sobre más de 5.500 personas, detalla Gordin, investigador principal del Laboratorio Dianne Nunnally Hoppes, que está dirigido por King.
Gordin examinó las complicaciones en personas con al menos 25 años de diabetes, momento en el que la enfermedad renal generalmente ocurre en los propensos a la enfermedad, descubriendo que los resultados fueron muy similares a los encontrados con los de Medalist. "Este estudio es un bello ejemplo de colaboración entre dos centros de diabetes en todo el mundo, con Joslin Medalist y nuestra cohorte finlandesa", dice Gordin.
"Estudios como estos tardan 10 o más años en realizarse -agrega King-. Sin esta habilidad para colaborar, podríamos haber tenido que esperar diez años para confirmar nuestro hallazgo". El estudio también confirmó otra evidencia de que los niveles altos de glucosa en sangre no lesionan todos los vasos sanguíneos de la misma manera.
El daño a los nervios entre los pacientes con diabetes tipo 1 no muestra los mismos vínculos con las enfermedades cardiovasculares que el daño ocular, lo que sugiere una estrecha conexión entre el daño en el ojo y el cardiovascular. Entre los próximos pasos, los científicos analizarán imágenes del corazón de varios grupos de Medalist para buscar vínculos más detallados entre el daño en los músculos del corazón y el daño a otros órganos. "Esperamos que nos brinde el siguiente conjunto de pistas para comprender y proteger contra estas complicaciones", concluye King.
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