Los internistas se definen como aquéllos médicos sin excusas ante el enfermo para tener en cuenta cualquier aspecto de su salud, según aprendió de residente el presidente de la sociedad científica de la especialidad. Lleva dos meses en el cargo, que dura dos años, y recoge el trabajo cosechado por los grupos de trabajo en que se divide el colectivo cuyo mayor aval, según recalca, son los registros de pacientes, base para la producción científica basada en la realidad clínica de cada día.
¿Cuál considera el principal activo de la SEMI dentro del sector?
Somos 8.300 socios y tenemos 22 grupos de trabajo que son la esencia de la Sociedad con un porcentaje muy elevado de gente joven (38 por ciento por debajo de los 40 años a razón de 250 nuevos residentes al año).
Como Medicina Interna engloba muchas patologías, eso hace que la SEMI se divida en grupos. Los más numerosos son los de infecciosas (800), enfermedades autoinmunes (otros 800), diabetes (600), insuficiencia cardiaca, EPOC… Pienso que es una buena forma de organizarlo porque, de ese modo, sabemos cuáles son los servicios de Medicina Interna del país referentes en patologías concretas y que son los que conocen las innovaciones y los ensayos que se ponen en marcha en cada terreno.
A partir de esa división por grupos, tenemos 23 registros de pacientes en marcha, lo que equivale a más de 100.000 paciente y se traduce en una producción científica anual muy notable.
¿En qué se diferencian estos registros de otras bases de datos?
Los registros de pacientes equivalen a la práctica médica en vida real. De ahí la importancia de su aportación. En los ensayos clínicos, muchas veces te dicen qué criterios de inclusión debes seguir (por ejemplo edad, peso…), es decir, te está limitando a un tipo de paciente que no es el que te encuentras después en la vida real. El que ves suele ser un anciano con cuatro enfermedades, con leve demencia… En el registro incorporas al paciente tal cual es, mientras que en los ensayos utilizas los criterios de inclusión que el promotor impone.
O sea, que los registros son mucho más realistas.
Es la vida real. Ese número de registros de que disponemos nos da una capacidad de producción científica propia muy importante. Por poner un ejemplo, el registro Riete (con 65.000 pacientes en su haber), del grupo de trabajo de enfermedad tromboembólica, ha adquirido tal prestigio que publica en las revistas internacionales de ese ámbito con mayor factor de impacto. Y, lo que es más importante, lo que Riete dice en el terreno de la enfermedad tromboembólica sirve, muchas veces, para modificar las guías de práctica clínica de esa patología.
¿Qué líneas de trabajo son esenciales para la SEMI?
Nos interesa mucho promocionar la formación y, de hecho, tenemos en curso seis másteres en este momento (algo que se dice pronto para tratarse de una sociedad científica) y también una plataforma propia al frente para cursos por debajo de cien horas.
¿Cuántas personas asisten a la plataforma formativa?
En 2016 han participado en esos cursos 2.800 internistas. Además, se hace después una valoración y podemos decir que la nota media que se le da está alrededor del 8,5 sobre diez, es decir, muy positiva. Para este año, por otro lado, se supone que van a participar 4.800 especialistas en Medicina Interna. Así que ese aspecto formativo nos parece muy potente.
¿Y otros objetivos de su interés?
También procuramos que los 22 grupos de trabajo investiguen y publiquen. Esas dos líneas, formación e investigación, son las preferentes. Para potenciarlas, ayudamos si es preciso a los asociados o bien actuamos como intermediarios con la industria para que las reciban, pues ésta suele decirnos que le interesa patrocinar un determinado tipo de estudio o de registro sin condicionar ningún tipo de resultado, por supuesto (subvencionan la creación de esa base de datos). Nuestro objetivo no es otro que posibilitar investigar al internista que desee hacerlo.
¿Les interesa captar esa clase de vocación?
Sí. La buscamos en especial entre los jóvenes y, de hecho, hemos creado una vocalía de médicos jóvenes en la SEMI. Me refiero tanto a los médicos internos residentes (MIR) en periodo de formación como en general a los internistas por debajo de los 40 años.
Son personas que tienen circunstancias diferentes a las del resto. A menudo están empezando su vida profesional como adjuntos y se topan con problemas laborales para colocarse. Por eso hemos buscado una vocalía específica para ello.
Al mismo tiempo, hemos decidido fomentar al máximo la relación con los pacientes. Creo que, en la práctica de la Medicina moderna, no puede dejar de potenciarse ese aspecto y, por eso, se creó un grupo de trabajo ad hoc que lo lleva el doctor Jiménez Merino, expresidente de la SEMI y jefe de Servicio en Alicante.
¿Se relacionan con las asociaciones de pacientes?
Sí, claro. Depende de cada grupo de trabajo, eso sí. Por ejemplo, el de enfermedades sistémicas autoinmunes se relaciona muchísimo con los enfermos de lupus o de sarcoidosis, entre otros, o el de enfermedad tromboembólica incluso dispone de una aplicación que se llama Infotrombo, que consigue que el paciente se interrelacione on-line con el médico internista en cualquier momento, previa identificación, y éste le contesta sobre la marcha.
Otras sociedades científicas, en concreto la de Cardiología, ha iniciado una ronda de acuerdos-marco con las Consejerías de Sanidad autonómicas para ser escogidos por las administraciones como principales interlocutores en su materia. ¿Piensa hacer algo similar?
Me parece muy bien la iniciativa de la SEC, con la que mantenemos una relación estupenda como lo prueba el reciente acuerdo suscrito con ellos (firmado hace dos meses) para el manejo conjunto de pacientes con insuficiencia cardiaca.
En cuanto a la pregunta, pretendo que la SEMI se convierta en el principal interlocutor en su ámbito frente a las administraciones, y más en concreto en lo que concierne a un importante número de enfermedades.
Si hablamos, por ejemplo, de insuficiencia cardiaca, vemos que los internistas atienden alrededor del 70 por ciento de los casos en toda España (y no los cardiólogos, que se quedan en un 25 por ciento). Sin embargo, a menudo se asocia esa enfermedad con la Cardiología. Pretendemos, en fin, que se tenga en cuenta el enorme papel que hace la Medicina Interna en muchas patologías –es la especialidad que más altas da de todo el país: alrededor de 650.000 al año–.
Creo que la obligación de las sociedades científicas es, en todo caso, trabajar juntos. Hay pacientes para todos. Durante mi presidencia, desde luego, vamos a evitar roces con otras especialidades médicas porque no tiene sentido. Y eso que nosotros nos relacionamos con todas.
¿Cuál es su definición de la Medicina Interna?
Una que me quedó clarísima cuando hice la residencia: yo no puedo decir que lo que le pasa al paciente no sea de lo mío. A veces uno ve cómo un especialista le pone esa excusa: “Esto no es de lo mío”. La ventaja de ser internista es que no puedes hacer eso. En nuestro caso, venga por la razón que sea el paciente a nuestra consulta (desde un dolor de cabeza hasta un enrojecimiento del dedo pequeño del pie) se le debe atender ese problema. Porque si, después, tiene una combinación de patologías y lo llevas en la consulta, el enfermo ya es tuyo.
Eso no quiere decir que no recurramos a otros especialistas para consultarlos –como de hecho hacemos–. Pero es una realidad que nos resulta muy gratificante: asumir al paciente en la globalidad incluyendo hasta los aspectos sociales, familiares o de dependencia, es decir, más allá de la Medicina. Se hace una práctica más humanizada de la Medicina, ahora que está de moda el término.
¿Qué le preocupa de la especialidad en este momento?
Como presidente de la SEMI me preocupa la especialidad no solo en España sino también en el resto de Europa, donde el problema radica en que se desarrolla con una cadencia distinta. En muchos países europeos, es una opción del MIR que luego acaba siendo otro tipo de especialidad. Por eso nos preocupa también en España el asunto de la troncalidad.
Por nuestra forma de entender la Medicina –y eso sí que se hace en Europa desde hace muchos años– defendemos que los médicos tengan formación global como tales por lo menos durante los dos primeros cursos de formación o 24 meses. No tiene sentido que haya especialistas médicos o quirúrgicos que no sepan manejar una patología paralela como la diabetes o la hipertensión arterial que suponen factores de riesgo adicionales.
Así que apostamos por el conocimiento global de la patología médica, llamémosle troncalidad o de cualquier otra manera. Después, se puede dedicar a la parte que le parezca de la Medicina, pero debe pasar esos dos años comunes de formación general.
¿Está la SEMI de acuerdo con el decreto que ha anulado el Supremo?
El Supremo lo que ha hecho es señalar al análisis de la memoria económica de la troncalidad. No se ha metido en su contenido. Lo que hay que hacer es reconocer la labor desarrollada, durante diez años, por personas con muchos conocimientos en formación médica especializada a partir de grupos de trabajo, comisiones específicas… Se han desarrollado programas troncales o comunes en los que se explican qué competencias deben tenerse y cómo se evalúan, un avance notable en la formación de un médico, y también planes específicos.
No puede ser que cada uno se mire a su ombligo y busque el beneficio de su especialidad cuando lo que hay en juego es la formación de los futuros médicos de este país.
Cuando vino a España Michael Rolins, quien fue director del NICE (siglas inglesas de Instituto Nacional para la Salud y los Cuidados Médicos) británico y es en la actualidad presidente del Colegio de Médicos de Reino Unido, publicó en septiembre un documento acerca del hospital del futuro. Pues bien: ellos regulan ahí qué especialidades hacen falta y cuáles no. Ellos podrán discutir sobre qué hacer, pero cuando se toma una decisión en una dirección, todo el mundo lo admite. Eso lo echo en falta en nuestro contexto ibérico.
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