Roche presentó en la 53 reunión anual de la Asociación Americana de Oncología Clínica (ASCO) celebrada en Chicago (2-6 de junio) los resultados de dos estudios fase I que evalúan la nueva terapia CEA-TCB (RO6958688; RG7802), una molécula que se une a los linfocitos T y a las células tumorales simultáneamente. CEA-TCB se ha estudiado en pacientes con tumores sólidos positivos al antígeno carcinoembrionario (CEA), que incluían cánceres colorrectales metastásicos con estabilidad de microsatélites (MSS) que sobreexpresan CEA y que progresaron tras recibir al menos dos tratamientos previos con quimioterapia¹.
Solo un 30 por ciento de los tumores que desarrolla el organismo es candidato a beneficiarse de un tratamiento con inmunoterapia. Eso sucede bien porque no tiene células inmunes en su interior, bien porque las que tiene reprimen la respuesta inmunitaria, situación que los expertos denominan genotipo desierto. Una manera de ampliar el porcentaje de tumores que puedan ser tratados con inmunoterapia pasa por infiltrar linfocitos que sean capaces de destruir el tumor. Con ese objetivo se diseñó un anticuerpo biespecífico, desarrollado por Roche y del cual ya se dispone de datos de eficacia y seguridad en cáncer colorrectal metastásico que han fracasado al menos a dos tratamientos previos con quimioterapia.
Los resultados fueron presentados en Chicago por Josep Tabernero, jefe del Servicio de Oncología Médica del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona y director del VHIO, e Ignacio Melero, del Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA) de la Clínica Universitaria de Navarra. Ambos explicaron que los resultados son positivos en la mayoría de pacientes tratados pero que es necesario probar esta estrategia en más pacientes con cáncer colorrectal metastásico que no son sensibles a los actuales tratamientos de inmunoterapia (anti PD-1 y PD-L1).
Funcionamiento
Según el doctor Tabernero, la terapia experimental probada se une por un lado a un receptor de la célula maligna, y por otro a los linfocitos T y de esta manera es capaz de llevar un linfocito T, que en condiciones normales no estaría reconociendo el tumor, en contacto con una célula maligna. El anticuerpo va dirigido a CEA, que es un antígeno de membrana que expresan muchos tumores, como el colorrectal sobre todo, pero también el de páncreas, el gástrico o el de pulmón, y de manera simultánea se dirige a una molécula denominada CD3, que es un antígeno de superficie que tienen los linfocitos. “Lo que hace a este anticuerpo único es su flexibilidad para acoplarse correctamente y unirse a la célula maligna. El CEA también está expresado en células normales pero no en cantidades tan grandes. Afortunadamente el mecanismo de este anticuerpo es muy selectivo en su acción sobre las células tumorales que expresan mucho CEA. Algo fundamental para evitar toxicidades”, señala.
El objetivo de este abordaje es atraer linfocitos T al tumor y que se infiltren en él porque de esa manera se consigue que un tipo de cáncer como el colorrectal, que no tiene una respuesta inmune espontánea, se pueble de linfocitos. En un segundo término este tumor empezará a expresar PDL1 para defenderse (la expresión de PDL1 es un mecanismo de defensa), y por este motivo uno de los estudios presentado en el Congreso ha probado el anticuerpo biespecífico combinado con el anti-PDL1 Atezolizumab.
Para el doctor Melero, que define este anticuerpo biespecífico como “una maravilla de la biotecnología”, merece destacarse el perfil de seguridad observado. “Ha sido razonablemente seguro y bien tolerado. No obstante, como la idea es inflamar el tumor para que sea colonizado por linfocitos T con capacidad de matar, había que ser muy prudentes para que dicha inflamación no se produzca cerca de estructuras vitales, como tráquea, arterias… También era necesario vigilar que no hubiera reacciones específicas sobre tejido sano dado que hay células normales que también expresan el antígeno CEA”, explica este experto.
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