Los
inhaladores de cartuchos presurizados son los medicamentos que más contribuyen a agrandar la huella de carbono en el campo de la Medicina general. Las investigaciones que se han llevado a cabo al respecto dejan poco espacio para la duda: la prescripción de estos productos provoca el
40 por ciento de las emisiones contaminantes en la práctica médica, según un estudio elaborado por la asociación
Humber and North Yorkshire Health and Care. Esto supone
249 toneladas de CO2 por cada 10.000 pacientes.
El citado
análisis sobre la huella de carbono que provocan las actividades sanitarias apunta a que el impacto es de aproximadamente
128,400 toneladas de CO2 al año en esta región de Inglaterra. En el caso de las actuaciones consideradas ‘clínicas’, es decir, aquellas vinculadas directamente a la práctica médica (desde tratamientos a dispositivos utilizados para el cuidado de los pacientes), se engloban la
prescripción de medicamentos e inhaladores, que suponen
102.000 de estas toneladas.
Los investigadores calculan que los inhaladores generan 43.800 toneladas de dióxido de carbono al año en la zona, lo que equivale a
249 toneladas de este CO2 por cada 10.000 pacientes. Los inhaladores de acción corta que se suelen utilizar para el alivio rápido representan el 65,1 por ciento de las emisiones. El resto están vinculados a fármacos de mantenimiento, de acción prolongada.
La “prioridad” es abandonar inhaladores de dosis medida
En un reciente artículo suscrito por
Dermot Coffey, médico de Familia neozelandés, se incide en que las diferencias entre los diferentes sistemas sanitarios hay
“puntos en común”, como que la cantidad de residuos clínicos que se generan y la contribución, en general, de la Medicina a las emisiones climáticas es baja.
“Hay otras razones para reducir los desechos, como el empeoramiento de los problemas con la acumulación de plástico en el medio ambiente, pero las emisiones menos visibles relacionadas con los medicamentos son, con diferencia, las que más contribuyen”, incide el especialista, que añade que, en lo que respecta a la prescripción, “la prioridad número uno debe ser seguir
impulsando el abandono de inhaladores de dosis medida”.
“Deberíamos apoyar medidas para
cambiar a inhaladores de polvo seco cuando sea necesario, limitar el desperdicio de medicamentos y no tener miedo de dejar de recetar cuando esté indicado”, concluye.
Impacto menor de los inhaladores de polvo seco
En España, precisamente, se creó a comienzos de año un departamento gubernamental específico para Salud Pública y Medio Ambiente ante la creciente
inquietud por la contaminación que se genera en el sector.
En otro estudio sobre los efectos en el cambio climático de los inhaladores para el asma, investigadores de diversas universidades e institutos de Reino Unido apuntan a que una sola inhalación de un
dispositivo presurizado con hidrofluorocarbonos (HFC) puede llegar a equivaler, en términos de CO2, lo mismo que conducir una milla (
1,6 kilómetros, aproximadamente) en un coche familiar. Hasta 36,5 kilogramos de CO2, en los casos más graves.
La ‘huella’ que dejan los citados dispositivos de polvo seco, continúa, es
entre 20 y 200 veces menor, y los fabricantes de medicamentos respiratorios ya están desarrollando otras fórmulas sostenibles similares.
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