Eduardo Ortega Socorro. Madrid
Aunque la actividad de ‘lobby’ es considerada sana en Europa, dado que permite que los sectores industriales puedan defender sus intereses, la opacidad que rodea a esta práctica provoca no pocos recelos en la ciudadanía y en las administraciones públicas.
José Carlos Ugaz, presidente de Transparencia Internacional.
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Una preocupación que se incrementa dadas las elevadas cantidades que las compañías dedican a estos fines, un aspecto en el que la industria farmacéutica es un sector líder, tal y como indica el último informe de Transparencia Internacional ‘Lobbying in Europe’. De hecho, las compañías dedican unos 91 millones de euros al año a esta actividad.
Además, el informe hace hincapié en que esta “intensa” actividad puede estar haciendo que los reguladores inclinen sus decisiones hacia el lado privado. Particularmente, pone como ejemplo el reciente caso de Mediator, el medicamento para la reducción de peso que puede estar implicado en centenares de muertes en Francia y cuya compañía desarrolladora, Servier, habría intentado influenciar sobre los reguladores para minimizar su responsabilidad en el escándalo, intentado que el Senado galo cambiara sus conclusiones sobre lo ocurrido.
Sin embargo, no todo es negativo. El informe tampoco niega el efecto positivo de la actividad lobista en otros campos. Uno de ellos es el de las enfermedades raras, en las que los laboratorios luchan porque los medicamentos huérfanos sean excluidos de las reglas generales del gasto hospitalario. “Estos casos nos recuerdan que el lobby en sí mismo no es el problema, sino la opacidad y la conducta poco ética e injusta en el acceso a los tomadores de decisiones públicas.
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