Un
estudio longitudinal retrospectivo español que incluyó los datos asistenciales de más de 36.000 pacientes mayores a 55 años, atendidos por el Instituto Catalán de la Salud en el área Metropolitana Sur de Barcelona entre 2015 y 2017, y que realiza una aproximación tanto desde el punto de vista de eventos sanitarios (mortalidad, hospitalización, visitas a urgencias), como desde el del impacto económico,
concluye que los pacientes con hipo e hiperpotasemia pueden resultar de los más costosos para el sistema, según explican dos de sus autores,
Josep Comín-Colet, director del Servicio de Cardiología, del Hospital Universitario de Bellvitge, y
Santiago Jiménez, especialista del mismo Servicio, ambos , investigadores del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL).
Esta investigación,
publicada en la Revista Española de Cardiología, lleva por título: ‘Impacto clínico y en costes sanitarios de
alteraciones de potasio en pacientes con enfermedades cardiovasculares, metabólicas y renales crónicas’ y se ha llevado a cabo gracias la colaboración entre investigadores de la Unidad de Información y Conocimiento del Servicio Catalán de la Salud, de la Escuela de Salud Pública de la Johns Hopkins University y del Grupo Bio-Heart de Investigación en Enfermedades Cardiovasculares del IDIBELL mediante el
análisis de big data.
En palabras de Comín, los pacientes que participaron en esta investigación se caracterizaban por presentar una de las siguientes condiciones:
insuficiencia cardiaca, cardiopatía isquémica, hipertensión arterial, enfermedad renal crónica y diabetes mellitus. Y pone de manifiesto, entre los resultados más importantes, varias cuestiones, “lo primero, a modo de contexto, que la hiperpotasemia (niveles elevados de potasio en sangre por encima de 5,0 mEq/L) fue dos veces más frecuente que la hipopotasemia y, además, es
más frecuente entre los hombres y entre los participantes de mayor edad”.
“Esta hiperpotasemia
se asoció con un mayor riesgo de mortalidad por cualquier causa en los análisis ajustados (entre un 31 y un 68%), respecto a aquellos pacientes que presentaban niveles normales de potasio. También, y siempre en relación a este grupo control, implicó una mayor tasa bruta de hospitalización, urgencias y visitas hospitalarias (hasta un 14%, 10% y 52% respectivamente). Todos estos datos nos indican que los pacientes con hiperpotasemia tienen una mayor probabilidad (entre un 21% y un 29%)
de encontrarse entre los que más coste representan para el sistema”.
Por lo tanto, argumenta este experto, “lo que sugiere esta investigación es que las acciones dirigidas a
mantener los niveles normales de potasio en sangre podrían disminuir el riesgo de mortalidad y hospitalizaciones, y disminuir costes sanitarios asociados, lo que es especialmente importante en las enfermedades crónicas analizadas en este estudio”.
Por su parte, Jiménez, ha querido destacar el enfoque multidisciplinar de esta investigación. “El estudio se centra en pacientes con enfermedades cardiovasculares, renales y metabólicas.
Algunos de estos pacientes, por su patología, presentan un mayor riesgo de hiperpotasemia, como es el caso de la enfermedad renal crónica, y, además, a menudo reciben medicamentos que inhiben el sistema renina-angiotensina-aldosterona (iSRAA), que son de primera elección en pacientes con enfermedades cardiovasculares y mejoran de forma considerable su pronóstico. En contrapartida a este efecto beneficioso, en ocasiones
son los principales condicionantes del desarrollo de hiperpotasemia en estos pacientes”, argumenta.
Así, explica Jiménez,
“lograr un equilibrio entre el beneficio y el riesgo que ofrecen estos fármacos es complicado. La presencia de hiperpotasemia recurrente impide, en muchos casos, poder implementar estas terapias que han demostrado un beneficio pronóstico tanto a nivel renal como cardiovascular”.
Importancia del correcto manejo de la hiperpotasemia
En esta línea, agrega, “un correcto manejo de la hiperpotasemia puede jugar, potencialmente, un papel relevante en el mejor control de estos pacientes, particularmente entre los que requieren tratamiento con iSRAA por su cardio y nefro protección”.
Y es que, recuerda Jiménez, “a pesar de que los iSRAA tienen como efecto adverso aumentos del potasio,
los beneficios generales en términos de supervivencia y otros resultados como protección cardiovascular demostrados en múltiples ensayos clínicos de referencia y guías internacionales hacen que estas terapias sean de uso obligado para algunas de estas afecciones, como la insuficiencia cardiaca”. En el estudio se confirma que los pacientes tratados con iSRAA muestran una mayor tendencia a la hiperpotasemia, especialmente en el grupo de pacientes con enfermedad renal crónica estadio 4 y 5.
Más evidencia científica
Ambos expertos, en colaboración con los mismos investigadores implicados en el trabajo previo, utilizando la misma base de datos del Instituto Catalán de la Salud, han publicado, además, en la
revista Clinical Epidemiology, un análisis en el que se estimaba la
prevalencia de las mismas cinco afecciones cardiovasculares, metabólicas y renales crónicas; la frecuencia del uso de medicamentos inhibidores del sistema renina-angiotensina-aldosterona (iSRAA), como los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina, bloqueadores del receptor de angiotensina II, antagonistas del receptor de mineralocorticoides e inhibidores de renina; y la magnitud de las alteraciones del potasio entre sus usuarios.
“Este estudio
puso de manifiesto la alta prevalencia de los trastornos del potasio, y en particular de hiperpotasemia, entre los usuarios de iSRAA y la importancia de una estrecha vigilancia y manejo de los niveles de potasio en la práctica clínica habitual”, agrega Comín.
Jiménez explica que, en esta población estudiada, a lo largo de los años de seguimiento, se presentaba
unos porcentajes altos de hipertensión arterial (entre el 48,2% y el 48,9%) y de diabetes mellitus (entre el 14,6% y el 14,8%), y que la prevalencia de insuficiencia cardiaca, de enfermedad renal crónica y de cardiopatía isquémica aumentaron a lo largo del tiempo. Además, apunta, entre los individuos con insuficiencia cardiaca, la frecuencia de enfermedad renal crónica y de diabetes fue muy alta, oscilando entre el 49,8% y el 54,2%.
También, señala que, “durante el período de estudio, el uso de fármacos Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina entre individuos con alguna de las condiciones relevantes fue muy alto, con un aumento del 5% entre 2015 (52,9%) y 2017 (57,5%), y también lo fue el de los fármacos ARA-II, con un ligero aumento en el tiempo (31,2% en 2015, 32,4% en 2017)”. De forma general, matiza, la frecuencia de uso de al menos un medicamento iSRAA varió entre el 75,2% en 2015 y el 77,3% en 2017.
Presencia de hiperpotasemia
Comín asegura que
este estudio identificó que la hiperpotasemia fue un evento muy frecuente en el grupo de estudio, con una presencia entre los sujetos de entre el 10,6% y el 12,8%. Y, analizando los cinco grupos de enfermedad, pone de relieve que, aunque la hiperpotasemia fue muy prevalente en todos ellos, las frecuencias más altas se encontraron en la enfermedad renal crónica (26%), seguida de la insuficiencia cardiaca. También muy significativa en sujetos que presentaban ambas patologías (23,3-24,6%).
Por último, Comín señala que, entre estos pacientes, “el uso de al menos un medicamento iSRRA era casi omnipresente; y entre esos usuarios,
la frecuencia de los trastornos de potasio y, particularmente de hiperpotasemia, fue muy notable, especialmente en pacientes con enfermedad renal crónica, con insuficiencia cardiaca, edad avanzada y usuarios de fármacos iSRAA”.
Estos hallazgos, concluye, “resaltan la importancia en el mundo real de los trastornos del potasio entre estos pacientes y enfatizan la relevancia de una monitorización y manejo cercanos de los niveles del potasio en la práctica clínica rutinaria. Además, ponen de manifiesto que las terapias dirigidas a mantener niveles normales de potasio pueden ser relevantes para un gran número de pacientes”.
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