La Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) ha anunciado este miércoles que la vida útil de la
vacuna covid de Pfizer ha aumentado. En declaraciones a
Redacción Médica, la propia farmacéutica ha concretado que este incremento se traduce en 90 días más, es decir,
de 12 a 15 meses.
Según la última
actualización de las vacunas contra el
SARS-CoV-2 que realiza periódicamente este organismo, solo el compuesto de Pfizer contra este virus ha sufrido una variación. En este sentido, la compañía ha señalado a este periódico que las dosis durarán ahora
tres meses más si se conservan a la temperatura indicada.
Así, todos los viales deben almacenarse y transportarse sin abrir
en temperaturas que oscilan los 25 y los 15 grados bajo cero durante un tiempo máximo de dos semanas. No obstante, también indican que estas pueden ascender hasta los 90 o 60 grados bajo cero.
Por otro lado, apuntan que las vacunas pueden aguantar hasta
tres horas cuando alcanzan una temperatura de entre dos y ocho grados. Sin embargo, el tiempo se reduce a
30 minutos si la temperatura ambiente de las instalaciones donde permanecen es superior a los 30 grados centígrados.
¿Cómo se administra la vacuna covid de Pfizer?
Hasta el momento, la
vacuna covid de Pfizer se administra en
dos inyecciones, aunque cierta parte de la población también recibe una
dosis de refuerzo. Normalmente, se administra en el músculo de la parte superior del brazo y cada grupo de edad recibe una cantidad determinada: los mayores de 12 años reciben 30 microgramos por dosis y los niños de cinco a 11 años, 10 microgramos por dosis.
Funciona preparando el cuerpo para defenderse contra el Covid-19 gracias a una molécula de
ARN mensajero (ARNm) que tiene instrucciones para actuar frente al SARS-CoV-2.
Cuando una persona recibe la vacuna, algunas de sus células leerán las instrucciones del ARNm y producirán temporalmente la
proteína espiga que lucha contra el virus. Así, el sistema inmunitario reconocerá esta proteína como extraña y producirá anticuerpos y activará las
células T para atacarla.
Si más adelante la persona vacunada entra en contacto con el
virus SARS-CoV-2, su
sistema inmunitario lo identificará y estará preparado para defender al organismo.
Como el ARNm de la vacuna no permanece en el cuerpo de forma permanente, sino que se descompone poco después de la vacunación, es necesario administrar
dosis adicionales.
Sus efectos secundarios más frecuentes suelen ser leves o moderados y mejoran unos días después de la vacunación. Estos incluyen
dolor e hinchazón en el lugar de la inyección, cansancio, dolor de cabeza,
dolor muscular y articular, escalofríos,
fiebre y diarrea.
En menor medida, también pueden aparecer
náuseas y vómitos, disminución del apetito, sudores nocturnos, astenia y reacciones alérgicas, como
sarpullido o picazón. Mientras, la debilidad en los músculos de un lado de la cara (parálisis o parálisis facial periférica aguda) ocurre en menos de una de cada 1000 personas.
Por último, otras de las reacciones adversas asociadas a la vacunación son la
miocarditis y la
pericarditis, que pueden ocurrir hasta en una de cada 10.000 personas, según indican desde la EMA.
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