Los pacientes con
patología dual –que padecen un
trastorno por consumo de sustancias y otro
trastorno mental- presentan un
mayor uso de servicios sanitarios, mayor
gravedad del cuadro, mayor
discapacidad funcional y
peor curso evolutivo, así como más tasas de
desempleo y
marginación, que las que tienen un
único diagnóstico de drogodependencias o de otro
trastorno psiquiátrico, tal y como se ha puesto de manifiesto en el simposio organizado por
Lundbeck en el marco de las
20 Jornadas Nacionales de Patología Dual que se celebran en Madrid.
Los trastornos del estado de ánimo y de ansiedad son los asociados con mayor frecuencia a los relacionados con el consumo de sustancias. En los distintos estudios la prevalencia de esta asociación oscila entre el 12 y el 80 por ciento. La
depresión constituye la
comorbilidad más común en patología dual. Se calcula que la prevalencia de aparición de forma conjunta de ambos trastornos varía entre el 8,6 y el 25 por ciento. Los pacientes con depresión tienen el doble de posibilidades de desarrollar un trastorno por consumo de sustancias, y viceversa. Además, el trastorno depresivo mayor comórbido con un trastorno por consumo de sustancias es
más frecuente en mujeres que en hombres.
Como explica
Fernando Mora, jefe de Sección de Psiquiatría en el Hospital Universitario Infanta Leonor, “el trastorno por uso de sustancias y la depresión comparten factores de riesgo que van desde una
vulnerabilidad genética común hasta
situaciones vitales desfavorables que pueden desencadenar ambos trastornos. Además, el uso de ciertas sustancias de abuso puede generar
alteraciones a nivel neurobiológico responsables de la aparición de un
trastorno depresivo. También es ampliamente aceptada la “
teoría de la automedicación”, según la cual el consumo de ciertas drogas podría llevarse a cabo para
aliviar los síntomas depresivos”.
Un reto diagnóstico
Por tanto, la detección de un trastorno depresivo comórbido con un trastorno por consumo de sustancias es
fundamental debido a las
implicaciones clínicas y
pronósticas que tiene pero que continúa siendo un importante reto diagnóstico para los profesionales.
A pesar de la elevada prevalencia de la patología dual hay infradiagnóstico
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Según la profesora
Paz García-Portilla, catedrática de Psiquiatría de la Universidad de Oviedo e investigadora del Cibersam y del Instituto de Neurociencias del Principado de Asturias, “a pesar de su elevada prevalencia existe un
infradiagnóstico, al que contribuyen varios factores tales como la
falta de reconocimiento de los síntomas por parte de los pacientes, el
estigma social, e incluso, especialmente en el caso del alcohol, la “
normalización”
social de su consumo en dosis superiores a las recomendadas por la OMS. Por otro lado, la
fragmentación del sistema, con redes asistenciales separadas para la atención a los trastornos por uso de sustancias y al resto de los trastornos mentales en algunas comunidades, es uno de los principales obstáculos para la detección de estos problemas, sin olvidar los factores dependientes de la propia comorbilidad”.
La presencia de las dos comorbilidades hace que el curso de ambas sea desfavorable, con una
peor respuesta al tratamiento y un
peor pronóstico. Para Mora, “en el caso de la depresión esto tiene que ver, entre otras cosas, con las dificultades para el diagnóstico al solaparse algunos síntomas, con la
capacidad de inducir o empeorar los síntomas que tienen algunas sustancias, con el aumento de las
enfermedades somáticas concomitantes o con los
problemas de cumplimiento del tratamiento que puede suponer la presencia de ambos trastornos a la vez. Sin ninguna duda la presencia de un trastorno por uso de sustancias comórbido con una depresión, empeora el curso de ambas patologías”.
Esta situación reviste, también, un
mayor grado de complejidad a la hora de prescribir el tratamiento, pues se deben tener en cuenta ambos diagnósticos. El consumo de sustancias no debe ser una limitación para el tratamiento del trastorno depresivo, y viceversa, debe tratarse la adicción aunque un paciente se halle en un episodio depresivoii.
Depresión con alcohol, cannabis, cocaína y opiáceos
El 40 por ciento de las personas con depresión presentan un
uso problemático del alcohol, lo que empeora la sintomatología, el pronóstico de su enfermedad y dificulta la recuperación. Diversos estudios han demostrado que el tratamiento de los trastornos por consumo de esta droga produce una
reducción de los síntomas de depresión, lo que sugiere que el tratamiento de esta enfermedad debe incluir la evaluación y el tratamiento de los trastornos por consumo de alcohol. El tratamiento requiere un enfoque integrado de ambas patologías. Si no se trata la depresión, no se tendrá éxito en el abordaje del consumo problemático del alcohol.
El trastorno por
dependencia de cannabis también se relaciona de forma relevante con los trastornos depresivos, mientras que la prevalencia de depresión en consumidores de
cocaína oscila entre el 17 y el 50 por ciento, y es muy superior a la de la población normal. La depresión asociada al consumo de cocaína suele ser más una depresión
inducida por su consumo que independiente de este.
El 40% de los pacientes con depresión presentan un uso problemático del alcohol
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Por su parte, los pacientes con trastorno por
consumo de opiáceos que consultan para tratamiento presentan una alta prevalencia de
comorbilidad psiquiátrica, que se estima en un 47-93 por ciento. Los diagnósticos más frecuentes son los trastornos depresivos, seguidos de los de
ansiedad y los trastornos de
personalidad límite y antisocial. Dado que diversos estudios epidemiológicos sitúan la prevalencia de la enfermedad en estos pacientes alrededor del 50 por ciento, los expertos consideran que debería prestarse una especial atención a la presencia de síntomas de índole depresiva. Además, han observado que la existencia de síntomas depresivos puede interferir y dificultar el mantenimiento del
periodo de abstinencia en pacientes con adicción a opiáceos tras un proceso de desintoxicación.
El abordaje de la depresión y patología dual así como el manejo de otros casos son abordados en profundidad en el documento de
Consenso multidisciplinar 'Abordaje compartido de la depresión', que ha contado con la colaboración de diversas sociedades científicas especializadas en psiquiatría y medicina general, y Lundbeck, y será presentado en los próximos meses.
Hacia un modelo integrador
Asimismo, se ha dispuesto que el tratamiento de la depresión dual debe plantearse desde un
modelo integrador, teniendo en cuenta ambos trastornos y tratándolos de forma conjunta y simultánea y, además a largo plazo. Para ello, debe utilizarse
tratamiento antidepresivo junto con uno
farmacológico específico para el trastorno por consumo de sustancias y, por último, debe contemplarse tanto un
abordaje farmacológico como
psicoterapéutico.
Para mejorar su correcto diagnóstico y abordaje, “la formación es un elemento clave, tanto a nivel de la población general –a la que hay que concienciar sobre los
efectos perjudiciales del uso de sustancias, de lo que es una depresión y lo que puede significar en su día a día, además de guiarles sobre qué hacer y a dónde acudir- como de los profesionales de la salud, quienes requieren formación específica en la elevada prevalencia de la comorbilidad y los elementos clave para identificarla y manejarla, con el fin de
disminuir el infradiagnósitco”, afirma García-Portilla,
Es, por tanto, según estos profesionales, una necesidad de primer orden que
Atención Primaria, los
dispositivos de salud mental y los de la
red específica de drogas, junto con el nivel hospitalario, trabajen de forma coordinada e integral para dar una mejor respuesta a los pacientes con patología dual. Todo ello deberá realizarse mientras no se disponga de un sistema integrado que incorpore a los profesionales de los dispositivos específicos de drogodependencias dentro del Sistema Nacional de Salud.
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