Los resultados de un nuevo estudio, presentado durante la última Conferencia Internacional de la Sociedad Torácica Americana (ATS, por sus siglas en inglés) celebrada en Washington, revelan que los pacientes con fibrosis pulmonar idiopática (FPI) no reciben información suficiente en el momento del diagnóstico.
Solo el 60 por ciento de los encuestados manifestó haber sido bien informado cuando se les detectó la enfermedad, lo que podría repercutir en las decisiones que los pacientes pueden tomar en relación al manejo de esta patología. La FPI es una enfermedad devastadora y poco conocida que requiere ser tratada lo antes posible para aumentar las posibilidades de supervivencia y garantizar a los afectados una mayor independencia.
El estudio ha mostrado, en general, una falta de comunicación médico- paciente en relación al progreso de la enfermedad y a las opciones de tratamiento. Al menos dos de cada cinco pacientes (43 por ciento) no fueron informados de que esta enfermedad es progresiva, solo el 43 por ciento de los médicos habló sobre el pronóstico de la enfermedad y al menos de la mitad de los pacientes (43 por ciento) se les habló de las opciones terapéuticas.
Asimismo, los resultados revelan que la mayoría de los pacientes (93 por ciento) prefiere recibir información sobre su estado de salud por parte de su médico, a pesar de que recurren a otras fuentes para buscar información sobre la FPI (85 por ciento); los tratamientos disponibles (77 por ciento) y/o el pronóstico de la enfermedad (65 por ciento).
Curiosamente, la mayoría de los afectados (87 por ciento) daba más importancia a la capacidad de los tratamientos anti-fibróticos para frenar la progresión de su enfermedad, que a sus posibles efectos secundarios; y muchos de los que recibieron este tratamiento aseguraron sentirse tranquilos con el manejo de los efectos adversos (85 por ciento).
Sin embargo, un elevado número de profesionales optó por un enfoque de ‘wait and watch’ (‘esperar y observar’), monitorizando a los pacientes durante cuatro meses tras el diagnóstico, en lugar de iniciar el tratamiento con un anti-fibrótico en los primeros cuatro meses tras ser diagnosticado. La mitad de los médicos que optaron por actuar así evitaron hablar con el paciente sobre el pronóstico y la esperanza de vida de la enfermedad, incluso cuando el propio paciente había solicitado esta información.
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