El acné es un
proceso inflamatorio que afecta a la unidad pilosebácea, es decir, al pelo y las glándulas sebáceas. Así lo describen en la 'Guía para pacientes con acné' de la
Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV). Al ser una situación muy común, muchos pacientes con esta patología optan por tratamientos sin supervisión profesional y caen en la
automedicación de antibióticos, un problema que puede derivar en
resistencias bacterianas.
¿Cuáles son las
principales características del acné? Desde el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF) indican que su síntoma más visible son
los comedones: "Son lesiones levemente elevadas, coronada por un punto oscuro, y en las que se acumula una masa pastosa y blanquecina, que es el
sebo albergado en el poro de la piel".
Generalmente, se localiza en la
cara, el cuello, el pecho y la espalda. Aunque se suele asociar a la
adolescencia, que es cuando el incremento del nivel de hormonas hace que las glándulas de la piel produzcan más sebo, también aparece en
recién nacidos (acné neonatal) y adultos.
Los dermatólogos explican que esta patología se produce por el
taponamiento de los folículos pilosos, debido al
exceso de producción de sebo dando lugar a fenómenos inflamatorios e infecciosos (la principal bacteria que causa la infección es Propionibacterium acnes). Asimismo,
existen desencadenantes que pueden afectar a este proceso dermatológico como son: antecedentes familiares,
dieta, estrés, tabaco, ciertos productos cosméticos, microbioma, etc.
¿Cómo tratar el acné?
Los antibióticos se han convertido en el
principal tratamiento del acné, sin embargo, su uso tópico no está recomendado para el mismo. De hecho, se calcula que de todos los productos comercializados para tratar el acné, los antibióticos
suponen el 46,6 por ciento,
según el artículo '
Resistencia Bacteriana y P. Acnes ¿Qué significa a efectos de las opciones terapéuticas?'.
Concretamente, las terapias más utilizadas para el
acné leve o moderado son las formulaciones tópicas de
eritromicina al 2-4 por ciento y clindamicina al 1 por ciento, y para el acné moderado o grave, las tetraciclinas orales. Todas ellas han tenido buena eficacia para
disminuir las lesiones provocadas por esta patología; sin embargo, los últimos estudios reducen sus efectos, seguramente por la
aparición de bacterias resistentes a los antibióticos.
En esta misma línea, según el estudio '
Acné resistente a los antibióticos: lecciones de Europa', casi a todos los pacientes españoles con esta patología
se les recetó un antibiótico, en su mayoría eritromicina tópica (96,7 por ciento) y, a lo largo del tiempo, habían recibido un mayor número de antibióticos para el acné en comparación con los pacientes del resto de países. En base a estos datos, las
tasas de resistencia a eritromicina y las densidades de población de organismos resistentes fueran mayores en nuestro país.
Resistencia antibiótica al acné
Las tasas de
resistencia antibiótica asociadas al acné comienzan a ser preocupantes. Mientras que en los años 70 eran de entre el 20 y el 25 por ciento, en los 90 ya superaba el 50 por ciento y al inicio del milenio
alcanzaba el 75 por ciento, tal y como se especifica en el artículo '
Resistencia a los antibióticos en el acné: cambios, consecuencias y preocupaciones'.
En cuanto a las
causas de esta reacción, los expertos apuntan al
uso prolongado de antibióticos, la falta de seguimiento de una pauta específica o el uso en monoterapia del fármaco sin la
combinación con un agente bactericida. Además, según varios estudios, el uso tópico parece generar más resistencia a los antibióticos en comparación con el tratamiento sistémico.
Por otro lado, es importante reconocer esta resistencia porque afecta de manera directa a la
eficacia del tratamiento, que se ve disminuida, e incluso al desarrollo de
acné más grave con recaídas. La diseminación de la resistencia a otras zonas del cuerpo y la
transmisión de la misma a otros contactos son también otros problemas que pueden aparecer.
Por lo tanto, el tratamiento actual del acné está afectado por todo lo que hemos comentado anteriormente. En este sentido, se opta por la
prescripción de antibióticos de vía tópica que tengan propiedades antiinflamatorias y con duración limitada. Se aconseja el uso de: retinoides tópicos, peróxido de benzoilo, ácido azelaico, isotretinoína y anticonceptivos orales para las mujeres.
-Artículo patrocinado por Galderma-
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