Los entrenamientos, competiciones y otros factores relacionados con el
deporte intenso –como la
deshidratación y los viajes largos– pueden influir en los factores de
riesgo trombótico (hipercoagulabilidad, daño endotelial y estasis circulatoria) y aumentar el riesgo de sufrir una
trombosis venosa profunda, según ha demostrado un estudio publicado en la revista de la Sociedad Española de Trombosis y Hemostasia (
SETH),
Seminarios de Trombosis y Hemostasia.
Esta relación se ha encontrado en una investigación en corredores de
media maratón (21,1 kilómetros) en los que se ha comprobado que después de la carrera se producen cambios en los
marcadores de coagulación sanguínea (aumento de protrombina, dímero D, antígeno del factor von Willebrand y factor VIII) y una reducción en el tiempo de
tromboplastina parcial activada.
Al efecto de la carrera en sí, se suma el que tienen los viajes aéreos de larga duración, que por sí mismos ya implican un mayor riesgo de trombosis venosa profunda. La combinación de ejercicio, viaje y otras variables (como deshidratación, traumas repetitivos y lesiones) favorece el desarrollo de trombosis, y en las mujeres, la
toma de anticonceptivos orales contribuye a ese peligro.
Los beneficios superan a los riesgos
Aun así, los médicos subrayan que los beneficios de la actividad física superan a los riesgos, pero “es fundamental tomar ciertas precauciones, como la de mantener una
adecuada hidratación en todas las fases del entrenamiento (antes, durante y después) para disminuir la hemoconcentración”, destaca el presidente de la SETH, José Antonio Páramo.
El deporte ofrece beneficios relevantes en personas con hemofilia, en los que mejora la función muscular
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Utilizar anticoagulantes (heparina de bajo peso molecular, por ejemplo) de forma preventiva es una estrategia que desaconseja el presidente de la SETH “en
atletas sin historia previa de trombosis, aunque su uso puede recomendarse en deportistas que estén inmovilizados a consecuencia de un traumatismo, una cirugía ortopédica o de un trastorno de la coagulación hereditario”.
El estudio sostiene que el deporte ofrece beneficios relevantes en personas con hemofilia, en los que
mejora la función muscular, la resistencia y la calidad de vida. “Se trata de un hallazgo paradójico porque tradicionalmente no aconsejábamos la actividad física intensa a pacientes con trastornos de la coagulación, pero la investigación revela que el ejercicio aumenta los niveles de factor VIII en pacientes con hemofilia leve y moderada”, señala Páramo.
Trastornos hemorrágicos diferentes a hemofilia
Para afectados por otros trastornos hemorrágicos diferentes de la hemofilia, el artículo indica que, posiblemente, el ejercicio físico tenga un efecto beneficioso similar, aunque es una hipótesis que necesita más estudios para confirmarla.
El hematólogo insiste en que los beneficios que ofrece la práctica regular de ejercicio físico superan a los riesgos en la mayoría de las personas (incluso en enfermos), aunque reitera que “el deportista
tiene que adoptar algunas medidas para alejar el riesgo trombótico que, aunque es bajo, existe”.
“De todas formas, mantener una buena hidratación (con agua o bebidas isotónicas) es la más importante para evitar la hemoconcentración, pero también es aconsejable no llegar al ejercicio extremo”, concluye.
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