La Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (
SEHH) ha alertado de que los
síndromes mielodisplásicos pueden convertirse en el
cáncer de sangre más frecuente en los próximos años debido al aumento de la
esperanza de vida en España.
Este conjunto de enfermedades afectan a 4 de cada 100.000 habitantes y año.
La cifra aumenta con la edad y alcanza los más de 50 afectados por cada 100.0000 habitantes y año en mayores de 60 años.
La presidenta del Grupo Español de Síndromes Mielodisplásicos de la SEHH,
María Díez, ha querido recordar que la incidencia de estas enfermedades “está aumentando”.
Avances en el diagnóstico y tratamiento
La identificación de biomarcadores evita la exposición a fármacos ineficaces
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No obstante, en los últimos años se han sucedido
progresos en el conocimiento de la biología de los síndromes mielodisplásicos, lo que se traduce en avances en el diagnóstico, pronóstico y tratamiento de estos pacientes.
La
secuenciación genómica masiva está permitido conocer cómo y por qué se desarrollan y progresan los síndromes mielodisplásicos, y está ayudando a desentrañar su heterogeneidad, afinar su diagnóstico, conocer mejor el pronóstico individual de cada paciente y adaptar los tratamientos a cada subtipo de enfermedad.
Además, la
identificación de biomarcadores predictivos de la respuesta al tratamiento evita la exposición a fármacos ineficaces de elevado coste y, por consiguiente, aumenta la eficiencia del sistema sanitario.
Para un mejor abordaje, es clave estratificar los síndromes mielodisplásicos, ya que son procesos muy heterogéneos, tanto biológicamente como por su comportamiento evolutivo. Hay
pacientes con una esperanza de vida similar a la de la población general, los llamados de bajo riesgo, mientras que otros ven su vida reducida a pocas semanas o meses, los de alto riesgo. Por ello, es necesario adaptar los tratamientos al riesgo individual.
Trasplante de médula
Actualmente, el único tratamiento curativo de los síndromes mielodisplásicos es el
trasplante alogénico de células hematopoyéticas (el conocido trasplante de médula), pero es una modalidad terapéutica que sólo es posible en el 10 por ciento de los pacientes, dada la edad avanzada de los mismos o la presencia de otras enfermedades que impiden la realización del trasplante, al diagnóstico de la enfermedad.
Para los pacientes de bajo riesgo, la eritropoyetina es el tratamiento de elección en la anemia, que mejora la calidad de vida y retrasa el inicio de las transfusiones. Por su parte,
el uso de lenalidomida es capaz de eliminar el clon mielodisplásico y mejorar la anemia en pacientes con la enfermedad de bajo riesgo y una alteración citogenética concreta, una deleción del brazo largo del cromosoma 5.
En los últimos años, se encuentran en análisis nuevos fármacos que arrojan resultados prometedores
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Para el resto de pacientes de alto riesgo, el tratamiento es azacitidina, que ha demostrado dar marcha atrás el reloj de la enfermedad y aumentar la supervivencia. No obstante, dado que
no puede curar la mielodisplasia, debe investigarse cómo mejorar su eficacia.
En los últimos años se encuentran en análisis nuevos fármacos que arrojan resultados “prometedores”, según la SEHH, y “podrían incorporarse próximamente al esquema actual de tratamiento de estos pacientes”.
Destacan los inhibidores del TGF-B e inhibidores de telomerasa en los pacientes de bajo riesgo, y los inhibidores de BCL-2, inhibidor enzimático de la activación de NEDD8 y nuevo hipometilantes en los pacientes de alto riesgo.
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