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La leucemia mieloide crónica logra controlarse en el 95% de los casos

La mitad de los pacientes con respuesta profunda mantenida está libre de enfermedad a largo plazo

Fermín Sánchez Guijo.

21 sep 2020. 18.10H
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“La gran eficacia de los inhibidores de tirosina cinasa, que modifican la historia natural de la leucemia mieloide crónica, ha logrado controlarla en cerca del 95 por ciento de los casos”.

Juan Luis Steegmann, presidente del Grupo Español de Leucemia Mieloide Crónica (Gelmc) de la Sociedad Españolad e Hematología y Hemoterapia (SEHH), así lo señala con motivo del Día Mundial de esta enfermedad, que se celebra este martes.

La enfermedad representa en torno al 15 por ciento de todas las leucemias y la incidencia en España se sitúa en 1,08 casos por cada 100.000 habitantes y año, siendo la edad mediana de diagnóstico los 54 años.

“En estos momentos, en España contamos con un total de cinco inhibidores de la tirosina cinasa: imatinib (que ya es un fármaco genérico), nilotinib, dasatinib, bosutinib y ponatinib”, explica Fermín Sánchez Guijo, secretario científico del Gelmc y hematólogo del Hospital Universitario de Salamanca.

“Además, entre los fármacos más prometedores se encuentra el asciminib, que ha demostrado ser útil, tanto en monoterapia como en combinación, con un perfil de toxicidad muy favorable, por lo que ha conseguido la calificación de medicamento a proteger o huérfano”.


Libres de enfermedad a largo plazo


Sin embargo, la suspensión definitiva del tratamiento sigue representando un importante desafío. “Aproximadamente, la mitad de los pacientes con respuesta profunda mantenida, a los que se retira el tratamiento, se mantienen libres de enfermedad a largo plazo, por lo que mejorar este porcentaje es otro de los grandes retos actuales”, asegura Steegmann.

Según expone Fermín Sánchez-Guijo, “afortunadamente, la esperanza de vida de los pacientes con leucemia mieloide crónica diagnosticados en fase crónica se aproxima al de la población de su edad sin leucemia. Sin embargo, en estos pacientes, que son la mayoría, la presencia de comorbilidades tiene una importancia notable e influye en la calidad de vida”.

En este aspecto, aún quedan muchos retos por superar, que pasan por controlar los efectos adversos, limitaciones en fertilidad y embarazo, capacidad de reintegración laboral, toxicidad específica en pacientes pediátricos y jóvenes, y toxicidad osteomuscular relacionada con la discontinuación, entre otros.

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