Convertir
células de la piel en
plaquetas. Este ha sido el logro del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona (CMRB), en colaboración con otros centros estatales e internacionales, un éxito que puede alterar la práctica clínica tanto en ámbitos tradicionales como completamente nuevos.
El estudio ha sido publicado en la revista
Cell Reports. En él, el equipo liderado por Ángel Raya, director del Centro, logró la transdiferenciación directa de células de la piel en megacariocitos fabricantes de plaquetas. La clave está en que estas células son
más fácilmente accesibles que las células madre pluripotenciales, que son las que hasta ahora más se utilizaban en terapia celular.
Las células resultantes de la transdiferenciación fueron implantadas en ratones, produciendo plaquetas con normalidad durante un determinado tiempo. Investigadores de la Universidad de Lund, en Suecia,
ya habían logrado glóbulos rojos de manera similar, y este nuevo proyecto utilizó esa tecnología para producir plaquetas.
El hallazgo “abre la posibilidad de sustituir la
transfusión de donantes voluntarios”, explica a Redacción Médica Ana María García Hernández, hematóloga de La Arrixaca (Murcia). La transfusión es una técnica “muy segura y la llevamos aplicando desde hace muchísimos años” pero, a pesar de las mejoras en seguridad, implica riesgos de reacciones adversas, rechazo inmunológico y, por qué no, contagio de enfermedades.
Además, depende del número de donantes y
no se puede conservar en frío o congelada: a los cinco días, si las plaquetas no se han utilizado, tienen que desecharse, y “con frecuencia tiramos plaquetas”, advierte García.
Otra ventaja añadida, apunta la hematóloga, es que las enfermedades que necesitan transfusión de plaquetas lo hacen de forma muy frecuente, cada semana o diez días, y “se pasaría a hacer transfusiones [de células] cada dos meses”.
Anemia de Fanconi, banco de pruebas de la terapia génica
Las células de la piel humana utilizadas para la transformación fueron procedentes de pacientes de anemia de Fanconi, una enfermedad rara caracterizada por una pancitopenia progresiva que lleva a m
alformaciones congénitas y al desarrollo de tumores, y cuyo tratamiento se basa en transfusiones de plaquetas y trasplantes de células madre hematopoyéticas.
Esta patología, que afecta a una persona de cada 160.000, se debe a mutaciones en genes implicados en la reparación del ADN. Hasta el momento se han identificado 15 genes. “Su causa genética es bien conocida”, señala Ana María García. “Además, es una patología bastante homogénea”.
La anemia de Fanconi es bien conocida entre aquellos interesados en las terapias génicas y celulares, pues su tratamiento ha ido íntimamente ligado al desarrollo de estas vías. “A diferencia del resto [de enfermedades hereditarias], las células que se corrigen de su defecto genético desarrollan una
ventaja proliferativa”, explica Juan Bueren, responsable de la División de Terapias Innovadoras en el sistema hematopoyético del Ciemat.
“Aquellos métodos que son capaces de corregir una pequeña parte de células con anemia de Fanconi pueden ser compatibles con una aplicación terapéutica”, como la corrección de fibroblastos para generación de plaquetas.
Bueren es también uno de los responsables de que el
primer ensayo español de terapia génica esté dirigido a esta enfermedad y cree que en pocos años los trasplantes alogénicos serán sustituidos, en enfermedades como ésta, por protocolos de terapia génica.
Su compañera en el Ciemat Paula Río explica, además, que “el protocolo clínico para la terapia génica de esta enfermedad que está más desarrollado a nivel internacional
se está desarrollando en centros y hospitales españoles”. La investigación española es un referente en esta enfermedad.
Trato de medicamento
Por desgracia, todavía quedan dificultades a superar en el desarrollo del tratamiento. “La mayor limitación es obtener un
número suficiente de células, en este caso, un número suficiente de plaquetas a partir de fibroblastos que sea clínicamente aplicable en los pacientes”.
Ana María García, de La Arrixaca, añade además las dificultades que tiene para la clínica el hecho de que este tipo de terapias, al introducir cambios en las células, pasan a considerarse medicamentos y se legislen como tales, lo que se traducirá en una
demora de uno o dos años más
para su implantación. “Hay pocas terapias que hayan pasado a la clínica de forma rápida porque se trata de algo fabuloso”, apunta la hematóloga. “Ojalá sea este el caso”.
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