En el Día del Maestro, que se celebra este 27 de noviembre, hay una figura a la que normalmente no se reivindica: la del profesor hospitalario, ese docente que se encarga de complementar la educación de los más jóvenes mientras éstos se ven obligados a permanecer ingresados, alejados de su rutina escolar y de sus compañeros.
Eduardo Velay, profesor del Aula Hospitalaria La Paz, es uno de ellos. "Nosotros somos funcionarios de la Comunidad de Madrid. Es un acuerdo según el cual Sanidad pone los espacios y la Consejería de Educación pone el profesorado. Es un programa oficial, reglado: nuestros informes van a Inspección y los centros tienen la obligación de ponerse en contacto con nosotros", explica.
"Tenemos varios espacios donde damos clase, porque lo que nos funciona, más que disponer de un aula muy grande, es desplazarnos a las salas de juegos que están al lado de las habitaciones de los niños. Tenemos un aula en Hematología, Oncología y Trasplantes –chicos de larga estancia-, una en la Unidad de Quemados, también de larga estancia y otra en la planta de Pediatría, que ahí hay chicos de corta estancia, para cirugías y ese tipo de cosas. Y luego tenemos otra aula pequeña en Hemodiálisis", afirma.
Además, explica que en La Paz son "seis ‘profes’ de Primaria y luego tenemos dos profesores de Secundaria, que van a darles clase a los chicos de Bachillerato y de tercero y cuarto de la ESO. Cuando los chicos no pueden ir al aula, les damos clase en las habitaciones. También nos desplazamos a dar clase en las camas. En mi caso, que es Oncología y Trasplantes, solemos ir a sus camas porque suelen estar inmunodeprimidos y no pueden salir de la habitación".
Pero, ¿cómo es el día a día de estos profesores tan particulares? "Empieza yendo habitación por habitación, presentándonos, viendo las altas que hay nuevas, animándoles a que vengan al 'cole'. Cuando hay alguno nuevo, nos ponemos en contacto con su centro de origen –los chicos siempre siguen matriculados en su colegio- para que nos faciliten una programación. Se trata de que vayan haciendo los deberes al mismo ritmo que lo van haciendo sus amigos cada día", asegura Velay.
"Ahora, por ejemplo, que estamos de evaluación, nos están mandando hasta los exámenes. Los chicos hacen los exámenes aquí con nosotros. Luego lo escaneamos, se lo mandamos al centro y el centro los corrige. Esta es la parte central del día, la parte académica", resume Velay, quien explica que en todo momento existe una coordinación diaria con el centro.
Por otra parte, "el Programa de Atención Educativa al Alumnado Enfermo [de la Comunidad de Madrid] incluye el Aula Hospitalaria y se complementa con el SAED –Servicio de Apoyo Educativo a Domicilio-. Son profesores que van al domicilio. Un niño que, por ejemplo, no puede ir a clase pero no está ingresado, dispone de estos profesores. Mis chicos de Oncología, cuando están con quimioterapia o con fiebre y están hospitalizados, están conmigo. Pero cuando les dan descanso de la quimioterapia, están en casa con uno de estos profesores".
Desarrollo académico, artístico y humano
Sin embargo, para Velay existe un plano más allá del estrictamente académico en el que los chicos y chicas se desarrollan con ellos: "Tenemos actividades complementarias que vamos haciendo nosotros. Hacemos muchos talleres curriculares, por ejemplo de ciencias o de tecnología. Les enseñamos a programar aplicaciones sencillas para el móvil, juegos, tenemos un par de robots que ellos programan –esto les gusta mucho-, actividades de música".
Asimismo, tratan de establecer dinámicas alternativas que no se perciban como tareas. Así nació "un programa de radio que se llama Radio Plaqueta. Cuando grabamos, despejamos la mesa, ponemos los micros y hacemos el programa. Traemos a alguien para entrevistar, hablamos de nuestras cosas y luego lo editamos. A ellos, como son una 'generación Youtube', les encantan este tipo de cosas".
"Se trata de conectar con sus intereses y trabajar un poco con ellos. También hay muchas asociaciones que trabajan con nosotros. Por ejemplo, hay alguna dedicada a acercar el arte escénico a aquellos colectivos que no pueden acceder a él. Nos viene muy bien para trabajar las artísticas o la música, que son materias curriculares: hacemos audiciones, hacemos conciertos, hacemos talleres… Por ejemplo, tenemos cinco o seis ukeleles que los chicos han aprendido a tocar", afirma.
"También viene una chica que hace grabados, una escritora o un fotógrafo: explica su obra, explica la técnica con la que suele trabajar, y luego los chicos se convierten en creadores. De lo que se trata, sobre todo, es de que se sientan a gusto en el aula y, a partir de ahí, normalizar su vida todo lo posible", explica.
Y es que el aspecto humano es el principal para Velay. "Para que los chicos se sigan sintiendo parte del grupo, hay un montón de estrategias. Por ejemplo, una profesora del colegio ha hecho una manta con mensajes de todos los compañeros en ella", relata con emoción. Uno de esos pequeños detalles que hacen de los pacientes más jóvenes, seres humanos.
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