El perfil medio de los estudiantes universitarios de biociencias (como Medicina, Enfermería o Farmacia), de entre 18 y 24 años de edad, encaja mejor sus ritmos biológicos naturales a un periodo de clases comprendido entre las 11 de la mañana y las nueve y media de la noche. Un horario que contradice el turno diurno que predomina en las facultades españolas, que comienza a primera hora de la mañana (entre las ocho y las nueve) y concluye antes del mediodía.
Una investigación reciente a cargo de las universidades de Nevada y The Open University, de Estados Unidos y Reino Unido, respectivamente, ha puesto de manifiesto que, a partir de los 19 años, el reloj biológico ‘se retrasa’ tres horas tanto para el despertar como para el momento de irse a dormir por la noche aunque, más adelante en la edad adulta tardía y la vejez, se revierte esta tendencia del organismo.
Por esa razón, forzar a los alumnos a acudir temprano a la facultad contraría el ritmo natural de su cerebro y no solo les hace rendir menos. De hecho, no se descartan alteraciones mentales como la depresión, la tendencia a las adicciones, o incluso el riesgo de obesidad y de otras enfermedades físicas, como consecuencias de esa rutina contraria al rumbo normal del metabolismo.
Por eso los científicos de ambas instituciones que han colaborado en el estudio defienden que se retrase el horario de clases para los estudiantes universitarios. Lo ideal sería comenzar las clases a las 11 de la mañana y arañar todo el tiempo posible del resto de la jornada, porque, justo en esa franja horaria, el rendimiento cognitivo e intelectual de los alumnos es mayor.
El trabajo lo demuestra con una muestra de 200 estudiantes a quienes se sigue el rastro durante un tiempo para conocer sus patrones de estudio, su conducta y hábitos de vida en relación con su formación. De acuerdo con uno de sus autores, Paul Kelley, “rinden más si consiguen alienar su ritmo biológico, aquél en el que su organismo se muestra más efectivo para el estudio, con los horarios en que reciben las clases”.
Algunos precedentes han demostrado el descubrimiento
La conclusión de los investigadores coincide con los resultados de algunos modelos educativos. En concreto, en un trabajo de 2009 en la Monkseaton High School (North Tyneside, Reino Unido), dejó entrever un cambio a mejor, en el rendimiento académico de los alumnos, al retrasar el comienzo de las clases de las 8.45 horas de la mañana a las diez.
En este caso, se utilizaron como criterio de medida los exámenes conocidos como certificaciones generales de educación secundaria (GCSE, por sus siglas en inglés). En efecto, se observó que las calificaciones aumentaron de nivel entre 34 y un 50 por ciento en los alumnos en general. Y, entre los más retrasados de la clase, también se vio una mejoría de entre el 19 y el 43 por ciento.
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