No hay mejor forma de celebrar un triunfo que compartirlo con tus seres queridos. Y es que
Daniel Gimeno, médico, tenía claro que el primer rostro que quería encontrarse tras el examen
MIR era el de
su abuelo, Antonio Lázaro. Durante los meses de preparación han compartido momentos únicos, y solo él podía entender todo el esfuerzo y dedicación que había invertido.
Cuando salió de la prueba, todavía desconcertado, no le vio de primeras. De hecho, creía que no había podido asistir. Pero, tras afinar la vista,
lo encontró a su lado, con los
brazos abiertos, y mirándole fijamente con un gesto en el rostro que denotaba
lo orgulloso que se sentía. “Le di el mayor abrazo de mi vida, y eso hizo que me tranquilizara. Lloré lo que no había llorado nunca.
Fue un día inolvidable y bonito”, ha recordado este futuro residente.
Esta emotiva relación ya la contamos hace unos meses en
Redacción Médica. Su vínculo era tan potente que, mientras Gimeno estudiaba la carrera de Medicina, su abuelo sentía los mismos nervios que él antes de un examen.
Estuvimos durante la carrera super unidos”, ha reconocido. Es más,
le dedicó el título cuando se graduó. “
Lo hemos conseguido juntos”, afirmaba en esos momentos.
Tras esta bonita experiencia y con el
examen MIR en el horizonte, Gimeno comenzó a prepararse la prueba, pero
la relación con su abuelo no cambió. De hecho,
se hizo aún más fuerte. “Es como un padre para mí. Pasé el intensivo en el pueblo y, tanto él como mi abuela,
me trataban como un rey. Han hecho que los
primeros meses de estudio hayan sido muy fáciles”, ha reconocido.
El papel de los abuelos durante la preparación MIR
En septiembre, cuando volvió a Zaragoza, la preparación
MIR le exigía demasiado tiempo y solo tenía los domingos libres. Mientras que otros aspirantes dedicaban esas horas a estar con amigos,
Gimeno prefería visitar a sus abuelos. “Ir allí
era mi foco de escape. Me quedaba todo el día en su casa charlando con ellos, y en enero, el mes de mayor tensión, les ayudé a decorar su casa. Eso me hizo ser consciente de que
la vida seguía igual más allá de la biblioteca”, ha subrayado.
De hecho, Lázaro siempre se ha sentido
muy orgulloso de su nieto. Cuando Gimeno ya estaba cursando segundo de Medicina, este le empezó a acompañar a todas sus citas médicas.“
Soy su médico personal", ha afirmado a este periódico entre risas. Además, cuando entran juntos a una consulta, su abuelo no tarda "ni cinco segundos" en decir que su nieto es compañero de profesión.
"Eso hace que la consulta sea muy distinta y agradable”, ha reconocido.
Cuando terminó el examen
MIR, Gimeno salió del aula completamente desconcertado. “No veía a nadie”, ha afirmado. A lo lejos, una pancarta con un nombre:
‘Danisaurio’, un mote que le pusieron sus padres porque le “encantan” los dinosaurios. Pero, ¿y su abuelo? Ni rastro. “Creía que no había venido”, ha aseverado. Pero, pocos segundos después, se lo encontró con los brazos abiertos y se fundieron en un precioso abrazo. “Me preguntó qué tal me había salido, y le dije que bien, a lo que me respondió: "
pues ala, ahora a disfrutar””, ha recordado emocionado.
Aunque pueda contener afirmaciones, datos o apuntes procedentes de instituciones o profesionales sanitarios, la información contenida en Redacción Médica está editada y elaborada por periodistas. Recomendamos al lector que cualquier duda relacionada con la salud sea consultada con un profesional del ámbito sanitario.