Marcos Domínguez. Madrid
La aportación de un farmacéutico en el equipo asistencial de los centros sociosanitarios aumentaría la seguridad en la medicación de los residentes, liberaría recursos en otros profesionales para aportar valor a la asistencia y, en definitiva, aportaría una atención farmacéutica de calidad que ayuda a superar la visión de estas residencias como ‘continuación del hogar’. Son algunas de las conclusiones a las que han llegado los ponentes de la mesa dedicada a la gestión farmacéutica en centros residenciales celebrada en el marco del V Congreso Internacional Dependencia y Calidad de Vida, celebrado en Madrid.
De izquierda a derecha: Marta Zaera; Josep Pascual, director técnico-asistencial de Sarquavitae; Julio Zarco, director general de Atención al Paciente de Madrid; Eugeni Sedano, director de Relaciones Institucionales de Esteve y vicepresidente del Área de Salud-Sanidad de la Fundación Edad y Vida; Lluís Segú y Tomás Casasín.
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No obstante, también han destacado la necesidad de que este farmacéutico tenga una formación especializada para desempeñar esta labor. “Hace falta potenciar sus capacidades en este ámbito”, ha sostenido Lluís Segú, director de la Unidad de Consultoría y Gestión del Consorcio de Salud y Social de Cataluña y director de un estudio sobre efectividad y eficiencia en la gestión farmacéutica en centros residenciales, al que se puede acceder desde la web de la Fundación Edad y Vida y cuyas conclusiones han sido presentadas en el congreso. “Tienen que definirse y acreditarse las capacidades y habilidades de los farmacéuticos”, ha continuado, generando programas formativos específicos orientados a dar respuesta a las necesidades que surgen en este ámbito.
Segú ha destacado que se necesita una gestión más directa de la farmacia, así como cumplir lo establecido en el real decreto 16/2012, que especificaba la obligación de que las residencias de más de 100 camas dispusieran de servicio de farmacia gestionado por un farmacéutico de hospital.
Formación desde los colegios
Este es el que tiene formación clínica pero Tomás Casasín, jefe del Servicio de Farmacia del Hospital de Viladecans y de la residencia Frederica Montseny de Viladecans, considera que sería suficiente con que “desde los colegios de farmacéuticos se planteara una formación previa para ejercer esta función”. No obstante, el nivel formativo a exigir debe ser alto porque el objetivo es que realice intervenciones farmacéuticas, más allá de la gestión del medicamento. Por eso, aunque el servicio esté proporcionado por una oficina de farmacia, éstas “han de hacer algo más que suministrar la medicación pura y dura”.
Casasín ha explicado que, gracias a la integración del Servicio de Farmacia del Hospital de Viladecans con el centro sociosanitario, el coste por estancia y día ha pasado de unos 3,4 euros por residente a 3,05. La oportunidad de facturar los medicamentos a precio de compra pública, la mejora en el acceso a fármacos de diagnóstico o uso hospitalario y la gestión propia del medicamento son algunas de las razones que propician ese ahorro.
En la mesa redonda también ha participado Marta Zaera, directora de Amma Sant Cugat, que ha defendido que los depósitos de medicamentos tengan una regulación propia, similar a la de los centros sociosanitarios. Ha defendido una formación especializada en geriatría para el profesional farmacéutico, con atención especial a la parte clínica. “Así, va a poder aportar más al médico en el tratamiento”.
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