Este jueves
Valencia ha vivido el peor
incendio de la historia de la ciudad. Dos grandes edificios residenciales han quedado destruidos por el fuego y, por el momento, hay cuatro muertos, 15 heridos y alrededor de otras 15 personas desaparecidas. Los vecinos de las 138 viviendas afectadas han tenido que huir sin nada más que lo puesto. Y en ese momento de desamparo absoluto, en el que hasta los bienes básicos se han perdido, el
papel de las farmacias comunitarias se ha tornado esencial para muchos, que han tenido acceso a sus medicaciones vitales e imprescindibles de manera inmediata.
"Gracias a los móviles, y conocer y tener lazos establecidos con los pacientes, pudimos dispensar medicaciones que, en muchos casos, eran necesarias para esa misma noche", explica Mónica Romero, farmacéutica titular de la
farmacia más cercana al edificio afectado. La profesional, junto a su equipo, pasaron toda la tarde y noche del jueves atendiendo a los vecinos que buscaban amparo en el local.
"Los vecinos venían colapsados, mareados, entraban y salían y nosotros
les ayudamos como pudimos; estábamos en shock", narra Romero, que describe la situación como impactante y desagradable. "Explotaban cristales, se escuchaban muchos gritos, y todos los de alrededor han puesto su gratino de arena", explica.
Dispensación de medicamentos 'vital'
Su papel clave ha sido la dispensación de medicamentos muy importantes y que las familias han perdido en el incendio. "Casi todo el mundo salió de casa solo con las zapatillas puestas y el móvil en la mano", explica la farmacéutica que pone en valor que, gracias a la
aplicación GVA +Salut, que contiene de manera digital la tarjeta sanitaria de los ciudadanos de la ciudad,
pudo acceder a la medicación de casi todos los vecinos. "Hablamos de medicamos vitales, sin los que no podían pasar la noche, como insulina", comenta la profesional.
"Pudimos dispensar medicamentos vitales, como insulina, a los vecinos afectados por el incendio"
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Por otro lado, destaca la importancia de ser una farmacia de cercanía en el barrio para, por una parte, conocer a los vecinos y, por otra, general confianza para que
se vea la farmacia como un lugar seguro. "Muchos de los afectados nos conocían, y veían en nosotros un cobijo. A otros no los conocíamos pero, aun así, gracias a la digitalización, pudimos atenderles", asegura.
Farmacéuticos a pie de calle
En la mañana tras el suceso la farmacia ha quedado emplazada dentro de un cordón policial, por lo que los vecinos no pueden acceder a las instalaciones. "Hemos llamado al Colegio de Farmacéuticos de Valencia, porque somos un establecimiento sanitario y tenemos que tener las puertas abiertas", asegura Mónica Romero.
De esta manera su equipo ha salido al borde del cerco, con
identificación como farmacéuticos, para poder atender a los pacientes que necesiten acceso a su medicación. "Los ciudadanos tienen que tener tranquilidad para poder venir a por lo que necesitan, es muy importante", pone en valor la farmacéutica.
La farmacia de Mónica Romero es ejemplo de que
los farmacéuticos son los sanitarios en la primera línea y que, los lazos con los ciudadanos, son no solo siempre esenciales, sino
vitales en momentos de crisis como el vivido por los vecinos de Valencia. "Nos han visto como un refugio", concluye la farmacéutica.
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