El
hospital de campaña de Ifema estuvo activo durante mes y medio, pero se pueden extraer muchas lecciones de cómo fue montado y gestionado en tiempo récord, tomando decisiones controvertidas pero eficaces para contener la pandemia de
Covid-19.
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Se utilizaron los pabellones 7 y 9 para albergar a los pacientes que llegaban de otros hospitales del
Sermas (y, al principio, también parte del 5). Y así se decidió que una de las cafeterías del pabellón 9 se convertiría en el Servicio de Farmacia de este centro.
“La Farmacia Hospitalaria de Madrid estaba muy sobrecargada, con gente de baja, las UCI se ampliaban donde se podía,
las camas se abrían en los gimnasios”, recuerda
Ainhoa Aranguren Oyarzábal, que se encargó de dirigir este servicio.
Aranguren ha contado su experiencia en el marco del
65 Congreso Nacional de la SEFH. Ella y otros farmacéuticos que trabajaban en la Subdirección General de Farmacia integraron este servicio. En total, fueron
12 farmacéuticos especialistas, 20 técnicos de Farmacia (en el punto álgido de la pandemia), cuatro auxiliares administrativos y un voluntario de protección civil, trabajando en dos turnos de 8 de la mañana a 10 de la noche.
Primer reto: conseguir medicamentos
El hospital de Ifema abrió un sábado y el primer reto era conseguir medicación. “Al ser sábado tuvimos que pedir préstamos a otros hospitales del Sermas”, explica Aranguren. “Fueron muy generosos porque nosotros
necesitábamos ayuda pero ellos estaban desbordados”.
“Se nos ocurrió que uno de los hospitales, el
Gregorio Marañón, lanzara un pedido con su sistema que se sirviera en Ifema”. Así, le lunes siguiente se lanzaron 25 pedidos y hubo que llamar “a cada uno de los proveedores para evitar posibles confusiones”.
Las comisiones de farmacia y terapéutica acabaron instaurándose semanalmente "de forma casual"
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Los informáticos replicaron el sistema de adquisición del Hospital de Móstoles para obtener medicamentos, y se optó por una distribuidora farmacéutica, que pasaba en dos turnos al día, para medicación específica. “Durante todo el tiempo que el hospital estuvo abierto
lanzamos casi 400 pedidos a proveedor y casi 80 a la distribuidora”.
Se organizaron 25 botiquines con 50 camas cada uno, más una UCI de ocho camas. En total hubo casi mil reposiciones de stock y alrededor de 1.500 pacientes recibieron alguna dispensación de medicación individualizada.
Aranguren comenta que acabaron organizándose reuniones semanales de la comisión de farmacia y terapéutica “de forma casual”, formada por un equipo multidisciplinar de médicos, enfermeros y farmacéuticos que “ayudó a entender mejor las necesidades que los profesionales en los pabellones”.
Cierre del hospital de Ifema
El 1 de mayo se cerró el hospital, con un
último reto: distribuir la medicación sobrante al resto de hospitales. Se pusieron los medicamentos ‘sucios’ en cuarentena antes de hacerlo.
“No sabíamos cuál iba a ser el máximo de actividad ni un horizonte temporal claro del hospital”, señala Aranguren, que considera que el éxito de la gestión farmacéutica de Ifema fue “enfocarnos en los retos y objetivos inmediatos sin perder la previsión”.
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