La labor del farmacéutico hospitalario se ha asociado tradicionalmente, quizás por una suerte de lógica matemática, al ámbito meramente clínico. No obstante, en los últimos tiempos se han puesto en marcha diversas iniciativas con las que se pretende
ampliar los horizontes de las competencias de estos especialistas. Esa es, de hecho, una de las premisas en torno a las cuales se celebra el
68º Congreso de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH).
“No sólo somos importantes dentro de las barreras del hospital, sino también fuera de las mismas”, ha resaltado este viernes
Idoia Beobide, farmacéutica del
Hospital Ricardo Bermingham-Fundación Matia, de San Sebastián, que ha moderado la
mesa redonda Saliendo del hospital en el Palacio Euskalduna.
El encuentro ha servido para difundir casos concretos en los que tres profesionales de la Farmacia Hospitalaria aplican sus conocimientos y su experiencia en sendos ámbitos completamente distintos, a saber, los
centros penitenciarios, los
domicilios de pacientes pediátricos y las
residencias de personas mayores dependientes.
El control de los psicofármacos en las cárceles
Todo centro penitenciario de España ha de proporcionar, por ley, asistencia sanitaria a sus reclusos. En la mayoría de las comunidades autónomas, ese servicio depende del
Ministerio del Interior. Sólo hay tres regiones en las que esas competencias están transferidas a sus respectivos gobiernos autónomos:
Cataluña, Navarra y Euskadi.
Maite Nogales es farmacéutica hospitalaria en uno de estos centros cuya atención terapéutica depende del Ejecutivo regional, el de Araba, que pertenece al hospital universitario homónimo. Según ha explicado, su labor se basa en la gestión de dos grandes pilares: las
enfermedades infecciosas, por un lado, y
la salud mental y las adicciones, por otro.
Para conseguirlo, entre otras medidas, cuentan con un proyecto que analiza las aguas residuales de la cárcel para saber qué psicofármacos se usan dentro del centro, que van desde
sustancias legales como alcohol y nicotina, hasta ilegales como
cocaína y heroína, y también
fármacos de abuso. Con ello se logra reducir el consumo de, por ejemplo, la txitxa o el alcohol casero fabricado por los propios presos ante la prohibición de consumir alcohol entre rejas. Para rebajar la carga asistencial, también se implantó la
telemedicina: videoconferencias con el infectólogo del hospital para ayudar a tratar las enfermedades infecciosas dentro de la prisión.
Pese a estas herramientas, Nogales ha lamentado las dificultades derivadas del hecho de que “cada prisión tiene una situación diferente”. Además, ha denunciado que
no se esté cumpliendo en muchas ocasiones la legalidad, por lo que ha reclamado “que haya un farmacéutico por cada centro penitenciario”.
Empoderar al paciente para que se recupere en casa
Uno de los mensajes más repetidos durante el Congreso de la SEFH es la necesidad de que el farmacéutico hospitalario lleve a cabo una labor de
seguimiento de la adherencia al tratamiento del paciente una vez que este sale fuera del hospital. Hay ocasiones en las que resulta necesario instalar una
unidad de hospitalización a domicilio, que no es sino una modalidad asistencial frente al ingreso tradicional que proporciona recursos médicos y enfermeros al paciente en su propia casa, lo cual ahorra costes y acaba siendo mucho más beneficioso para el enfermo.
Pilar Ranz, farmacéutica de la Unidad de Hospitalización a Domicilio del
Hospital Universitario Niño Jesús de Madrid especializada en Pediatría, ha detallado que, para llevar a la práctica con éxito esta modalidad asistencial, su equipo sigue diversos pasos: “En primer lugar, elaboramos unos
informes farmacoterapéuticos personalizados, a través de una base de datos propia, y posteriormente proporcionamos todo ese plan al paciente con recomendaciones de manipulación, dosificación y eliminación”.
La experta ha señalado la importancia de proporcionar una
educación sanitaria adecuada, dado que “es la pieza fundamental de la hospitalización a domicilio” porque, “en poco tiempo, los usuarios pasan de ser pacientes a practicar cuidados casi de profesional sanitario”, por lo que “hay que dotarles de los recursos suficientes”.
Atención multidisciplinar y personalizada en las residencias
Un método parecido es el que se aplica desde el
Centro Sociosanitario La Cañada, de Valencia, aunque, en este caso, para atender a personas mayores dependientes que viven en residencias.
Juan Francisco Peris, farmacéutico del centro, ha remarcado la necesidad de adaptar los métodos tradicionales de asistencia farmacológica en el entorno hospitalario para atender los problemas concretos de esta clase de pacientes, “que son distintos a los de quienes están ingresados”.
La clave de la atención de mayores en residencias es la
multidisciplinariedad. “Los farmacéuticos del servicio nos integramos en los equipos multidisciplinares de las residencias”, ha dicho Peris. “A partir de ahí, el psicólogo valora el aspecto cognitivo del paciente, el fisioterapeuta valora la capacidad funcional, el médico valora el apartado clínico y
el farmacéutico hace una revisión del tratamiento”. Con ello se logra mejorar el tratamiento atendiendo a la situación particular de cada persona. He ahí el secreto de la salud integral, he ahí el fundamento de la expansión de la Farmacia Hospitalaria.
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