Hace unos días saltó la noticia: el actor pornográfico
Nacho Vidal había sido detenido, acusado de homicidio imprudente, al suministrar
veneno de un sapo a un amigo fotógrafo como parte de un rito para acabar con sus
adicciones.
Las informaciones revelaron que se trataba del sapo
Bufo alvarius, originario del desierto de
Sonora, en el norte de México, si bien “no hay constancia documental de que realmente sea esta especie, ya que la toxicidad del veneno varía mucho según la especie de sapo”, indican a
Redacción Médica Àngels Gispert y
Raquel Aguilar, miembros de la
Red de Antídotos, un grupo de trabajo conjunto de la
Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH) y la
Societat Catalana de Farmàcia Clínica (SCFC).
Médica de Urgencias y farmacéutica hospitalaria, respectivamente, Gispert y Aguilar apuntan, además, a que no hay establecida, de momento, una relación causa-efecto entre el veneno del sapo (que fue inhalado) y la muerte, “cuando es probable que, antes o durante el citado ritual,
pueden haberse consumido otras substancias alucinógenas o psicoestimulantes que puedan haber tenido un destacado papel en el fatal desenlace”.
Cómo actúa el veneno del sapo Bufo alvarius
El sapo
Bufo alvarius secreta sobre su piel diversas sustancias, entre las que se encuentra la bufotenina o 5-metoxi-dimetil-triptamina, “que posee una
actividad alucinógena similar a la que producen otras sustancias como la ayahuasca o la mescalina”.
Las expertas explican que esta sustancia se utiliza “desde tiempos ancestrales en ritos chamánicos de depuración o en actividades recreacionales”. Eso sí, en las
secreciones del sapo también se pueden encontrar otras
sustancias, “algunas de las cuales son potencialmente cardiotóxicas”.
El hecho de que se utilice su veneno para
un ritual contra las adicciones puede deberse a que las secreciones contienen también dopamina y serotonina, neurotransmisores asociados al placer. No obstante, la base científica de este razonamiento es bastante dudosa, apuntan las miembros de la Red de Antídotos.
Efectos cardiotóxicos de las secreciones
Aunque no se conoce otros casos de intoxicaciones con este veneno “con finalidades psicoactivas”, sí que se han descrito en la bibliografía médica otras intoxicaciones mortales relacionadas con secreciones de sapos de otras especies, como
Bufo marinus o
Bufo bufo, “que contienen cantidades importantes de glicósidos cardiotóxicos”.
Estas toxinas se comportan de forma similar a la
digoxina, un fármaco usado como antiarrítmico que, en caso de intoxicación grave, puede producir la muerte por parada cardiaca.
Afortunadamente, “existe un antídoto específico, los anticuerpos antidigoxina”, explican Gispert y Aguilar. En cambio, para la toxicidad inducida por la bufotenina, la ayahuasca o la mescalina, “no se dispone de antídoto específico”.
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