La salmantina
Marta Hernández siempre ha tenido claro que lo suyo era la sanidad. Desde pequeña recuerda como le pedía a su madre,
enfermera especializada en Salud Mental, que le contara cosas del día a día en el trabajo. Cuando llegó el momento de elegir qué estudiar consiguió plaza de
Medicina en Castellón, pero el estrés que conllevó esa situación y no poder seguir cursando el grado en su ciudad natal hizo que
dejara la carrera y se decantara por
empezar Enfermería, pero con el objetivo de llegar a ser médica cuando acabara. Y así fue, pero el acentuamiento de una
enfermedad poco frecuente y su diagnóstico han hecho que tuviera que parar. Ahora, una vez intervenida para tratar a esta patología, espera con ilusión retomar la carrera: "En la mayor parte de los momentos más malos de mi vida, lo que me ha hecho continuar para adelante es la ilusión por aprender, especialmente cosas relacionadas con el área de la salud", explica.
Todo comenzó cuando tenía 11 años y llegaron los primeros desmayos. Los médicos lo achacaron a la
ansiedad y pronto consiguió "tener conciencia" del control muscular. "Empecé a hacer una vida mucho más tranquila. Dejé de hacer cosas que me gustaban, como el deporte, porque me aceleraba el ritmo cardíaco. Cambié muchos aspectos hasta que me dejó de pasar", comenta.
En 2019
se graduó en Enfermería y comenzó Medicina en
Costa Rica, donde estuvo un par de años hasta que su situación neurológica se lo permitió, pues comenzó con crisis convulsivas. "El periodo de los 23 a los 27 años para mí fue el peor", recuerda. Fue entonces cuando comenzaron con las pruebas y a raíz de una resonancia magnética le pusieron nombre a lo que padecía, en enero de 2023:
displasia cortical focal.
Para esta enfermedad, que no es muy común, le propusieron un
tratamiento farmacológico, pero el tiempo que transcurrió hasta dar con el adecuado lo recuerda "como una odisea". "Existen decenas de medicamentos antiepilépticos. Pero lo que le va bien a ciertas
epilepsias, no le va bien a otras y hay que ajustar dosis, combinaciones…", afirma. Cuando dieron con el indicado y tras un año usándolo, de la noche a la mañana le dejó de hacer efecto y volvieron las crisis hasta contabilizar seis al día. Posteriormente, se le duplicó la dosis.
El camino hacia el diagnóstico
Fue entonces cuando su médico, del
Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, le comentó que era muy joven, con una afección relativamente grave (dado que es una epilepsia fármaco resistente) y que con los medicamentos podía estar bien un tiempo; por tanto, la mejor opción era la intervención, que tuvo lugar el pasado
5 de octubre. Por lo que se sabe hasta ahora la operación ha ido bien, pero en ese tejido que le extirparon le encontraron un
tumor neuronal multinodular vacuolizante. Según ha encontrado en la literatura inglesa, han sido reportados 16 casos.
Marta Hernández el día de su operación.
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"Ahora están estudiando la
relación entre la displasia y el tumor porque sí que parece mucha casualidad que tenga las dos afecciones en la misma zona del cerebro", explica. Con la operación, en principio se lo han quitado, pero tendrá que esperar cerca de un año para conocer el resultado final porque ahora está todo muy reciente. De momento, hasta que no eliminen los fármacos que sigue tomando, no se puede saber. En el caso de que quedara algún resto se podría volver a intervenir, lo que le deja "más tranquila".
Ahora, con 27 años, en plena recuperación de rehabilitación con fisioterapeutas para la coordinación y el equilibrio y con un
neuropsicólogo para trabajar la desconfianza, espera con entusiasmo el traslado académico para retomar Medicina en septiembre en la Universidad de Salamanca; si no consigue que le acepten buscará otras opciones. "Estoy muy ilusionada; la carrera la hago porque tengo ilusión por aprender", explica.
Priorizar la salud mental frente a Medicina
Pese a todo el esfuerzo que está poniendo para volver a estudiarla, su prioridad es su estado de salud: "Debido a mi historia de vida, me doy muchísima más importancia y también a mi bienestar físico, psicológico y social que al resto de aspectos", explica. Es por ello que se tiene que priorizar y poner en segundo lugar a Medicina: "Si no termino la carrera en un año, lo haré en dos o en tres, pero siempre va a estar ahí. En cambio,
mi salud tiene que ser primordial y tengo que cuidarme", comenta.
Tras acabarla, tiene claro cómo quiere seguir su camino profesional: quiere ser neuróloga. "La
Neurología me gustaba de antes, pero ahora más porque creo que la veo desde otra perspectiva", confirma. Además, le gustaría centrarse en la epileptología o los trastornos del sueño.
"Si no termino Medicina en un año, lo haré en dos o en tres, pero siempre va a estar ahí. En cambio, mi salud tiene que ser primordial"
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Por otra parte, Hernández considera que todo el trascurso de
su enfermedad le va a aportar un plus a la hora de ser médica: "Quiero sacar lo mejor de mi experiencia. Por ejemplo,
he aprendido mucho a empatizar con las personas. Un paciente no es solo un paciente, tiene nombre y apellidos. Hay que escucharles. Eso lo tengo grabado a fuego", argumenta.
Además, considera que puede entender especialmente los síntomas neurológicos y toda la ansiedad y malestar que puede acarrear. "No es solo la enfermedad en sí misma, sino también la
incertidumbre", defiende. Este aspecto más psicológico también puede hacer que empuje a sus pacientes a buscar ayuda, tanto de psicólogos, como de algún tipo de asociación. En su caso, fue la Asociación de Personas con Epilepsia de Castilla y León (
Aspecyl), a quien siempre agradece la ayuda y el apoyo, junto al de su familia y a todo el equipo médico y de Enfermería de la Jiménez Díaz.
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