Ocho meses es lo que tardó Álvaro Amancio Fernández en conseguir un contrato indefinido como médico adjunto en el
Klinik Donauspital de Viena, al que volvería tras pasar un breve periodo de tiempo como
MIR en Urología, movido por la fascinación que le causaron los avances y el prestigio de la institución pero también por el amor que le une a su mujer, de origen austriaco.
Una estructura de
consultas externas desprendido del armazón hospitalario, la
ausencia de un triaje centralizado en Urgencias y la división de la sanidad en un sinfín de "cajas" públicas y privadas hacen del sistema austriaco un
auténtico caos en palabras del urólogo, al que le llevó meses entender parte del funcionamiento de la sanidad en este país.
Capacidad de emprendimiento
Compensa, eso sí, el trato que reciben él y sus compañeros como profesionales sanitarios, con
aumentos salariales anuales y un s
ueldo base como recién llegados que iguala al de los facultativos más veteranos del Sistema Nacional de Salud. Alargar la jornada laboral ante posibles urgencias quirúrgicas, tampoco "escuece tanto" al saber el
exorbitado precio al que se pagan las horas extra en Viena, según reconoce Fernández, al que, sin embargo,
no le compensa tanto hacer guardias.
Aún así, uno de los aspectos que más valora como profesional es, además del acceso al último modelo de muchos dispositivos sanitarios, la capacidad que ofrece el sistema a los facultativos para convertirse, al no estar ligados a una plaza en propiedad, en pequeños empresarios y compaginar su trabajo en el hospital con el de una
consulta privada con pacientes propios que, a su vez, tienen la opción de acudir a cualquier centro sanitario público.
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