Una encuesta en la que han participado un total de 23.000
profesionales de Enfermería europeos descubre que el 33 por ciento de ellos tiene el propósito de
cambiar de trabajo el próximo año mientras que casi el 9 por ciento, piensa en
abandonar su profesión.
El
estudio, realizado por
James Buchan, profesor adjunto en el Centro colaborador de la OMS en la Universidad de tecnología de Sidney (Australia) y consultor del Consejo Internacional de Enfermería (CIE) estudia el impacto que tiene este abandono, como el
gasto en la contratación de reemplazo, la pérdida de
productividad o la
disminución de la calidad de los cuidados al paciente.
Los 10 países que han formado parte de la investigación son Bélgica, Finlandia, Alemania, Irlanda, Países Bajos, Noruega, Polonia, España, Suiza y el Reino Unido. El estudio tiene como finalidad determinar
qué políticas son eficaces para mantener a estos profesionales en sus puestos de trabajo e informar al respecto a las Asociaciones Nacionales de Enfermería (ANE) y a quienes formulan las políticas que pueden mejorar su bienestar en el trabajo.
Los
siete factores que se asociaron a la intención de abandonar la profesión son: la relación entre los profesionales médicos y los enfermeros, el liderazgo, la participación en asuntos hospitalarios; los empleados de edad avanzada; problemas de género , jornadas laborales a tiempo completo y
el 'burnout'.
Menos contratos y más motivación
El documento también señala que
la gran mayoría de los profesionales de la Enfermería son mujeres y que esto también será un factor determinante a tener en cuenta cuando se buscan patrones que justifiquen la rotación y las respuestas adecuadas para que las trabajadoras no quieran abandonar su empleo.
Según Howard Catton es esencial "empoderar" a las trabajadoras
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“Padecemos una escasez global de enfermeras. Con demasiada frecuencia las políticas se centran en ‘resolver’ esta escasez únicamente mediante la contratación de nuevo personal. Sin embargo, todas las organizaciones han de prestar la misma atención a
mejorar la retención del escaso personal de enfermería capacitado y experimentado”, insta Buchan. Para ello, según su compañero
Howard Catton, director de Enfermería y políticas en el CIE, es esencial "empoderar" a las trabajadoras.
Para conseguirlo, afirma, se debe facilitar "la
motivación que provocó su acceso a la profesión en primer lugar, es decir, prestar cuidados de la mejor calidad posible a los pacientes, lo cual supone garantizar que las
condiciones y entornos laborales sean positivos", incluyendo una
remuneración justa, el desarrollo de la carrera profesional o fomentar "políticas compatibles con la familia y la
conciliación entre la vida profesional la personal".
Reducción de la productividad
El informe concluye que, cuando un profesional de la Enfermería abandona un hospital o centro de salud, se produce una
reducción de la productividad en términos generales, lo que conlleva a una menor calidad asistencial. "Cada vez que una enfermera se marcha, la repercusión en la organización en términos de
costes equivaldrá al menos al sueldo de varios meses, y a menudo incluso más, si la enfermera posee mucha experiencia y habilidades difíciles de encontrar", explican los expertos que advierten de las
consecuencias negativas de su marcha para el sistema sanitario.
"Un elevado índice de renovación de las enfermeras también puede contribuir a una repercusión negativa en la calidad de los cuidados mientras que la retención lleva a la mejora de la seguridad del paciente y la calidad de los cuidados que recibe", señalan en su informe. Además, alertan que: "los malos entornos y las cargas de trabajo elevadas e insostenibles pueden contribuir a
errores médicos y se han relacionado con el estrés y el
burnout o "agotamiento" de las enfermeras, así como con su
absentismo y niveles altos de renovación de personal, lo que puede comprometer la calidad de los cuidados".
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