Entre Cáceres y Bournemouth hay, aproximadamente, 1.800 kilómetros, según el (in)falible Google Maps. Se trata de una distancia considerable, pero para hacer un hogar de un lugar desconocido importan poco las nociones matemáticas: la cuestión no es el dónde, sino el qué y el cómo. Ya lo dijo Borges: “Nadie es la patria, pero todos lo somos”.
Patricia Tejada y Andrés Carballo, cacereños de cuna, lo tienen claro. Los dos son
enfermeros, y hace casi una década decidieron probar suerte profesional en Inglaterra ante la sequía laboral que sufría España. Tiempo después regresaron cuales hijos pródigos, pero el suyo fue un viaje de ida y vuelta: desencantados con el
Sistema Nacional de Salud (SNS), hoy trabajan en la aludida Bournemouth desde primeros de este año. Y no se les pasa por la cabeza dejarlo de nuevo.
La pareja terminó la carrera en 2014, y antes de graduarse ya sabía que su futuro estaba allende España. “Veíamos que cada vez había menos trabajo. Los que acababan no encontraban nada”, explican a
Redacción Médica. Unos amigos hicieron las maletas rumbo a Malta; otros, a Inglaterra. Lo cierto es que
lo difícil era no acabar cruzando la frontera. “Mientras que
en España había problemas para encontrar trabajo en sanidad, de Inglaterra venían empresas de los hospitales a hacer entrevistas para que te fueras allí”, detalla Andrés. El proceso estaba exento de dificultades, según recuerda: una pequeña entrevista, un simple examen sobre cálculo de dosis, unas preguntas sobre el código ético de Enfermería del Reino Unido -“que era sencillo”- y voilà: Patricia y Andrés terminaron entonando el
God save the Queen.
Primeros destinos: Bradford y Oxford
Su primer destino como empleados del
National Health Service (NHS) fue el
Bradford Teaching Hospital, de la ciudad homónima, con sendos contratos indefinidos como supernumerary, una suerte de auxiliar de Enfermería bajo la tutela de un enfermero superior. Esa situación se mantuvo hasta que, pasado un tiempo -un mes en el caso de él, tres en el caso de ella- se convirtieron en enfermeros de pro, contractualmente hablando.
Pero antes de ello, nada más llegar, se toparon con la primera gran diferencia con respecto al SNS en España: “Cuando empiezas en un hospital del Reino Unido, es obligatorio hacer una especie de curso llamado
induction: te enseñan qué tipos de documentos vas a manejar, dónde hay que firmar cuando das una comunicación, qué tienes que hacer si enfermas y no puedes ir a trabajar, dónde está la salida de emergencias, el protocolo antiincendios… En España no existe una formación como esta, pero en Inglaterra se aseguran de que coges la dinámica de trabajo desde el primer día”, detalla Patricia.
“
Se preocupan mucho por que te formes. En planta te imparten un curso tras otro, y todos financiados por el sistema, no como en España, que tienes que pagar cursos de tu bolsillo para sumar puntos para la bolsa”, subraya Andrés.
El primer año fue duro, especialmente por el idioma. Para adaptarse al cien por cien al trabajo y la vida cotidiana, pasaron a marchas forzadas de manejar un inglés macarrónico a uno más técnico. Tras un año en Bradford, decidieron cambiar de aires. Por la
alta demanda de trabajo que seguía habiendo, no tuvieron problemas para elegir. Su siguiente destino,
Oxford y su Hospital Universitario, en el que consiguieron sendos contratos indefinidos a tiempo completo.
Patricia (primera por la izquierda), junto a varias compañeras en su primera etapa en Inglaterra.
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Mejores sueldos y más flexibilidad
Lo cierto es que Patricia y Andrés
no escatiman halagos para el NHS: “Teníamos contrato fijo desde el principio, había facilidad para encontrar trabajo y para subir de puesto, te daban tanta formación que tu currículum mejoraba mucho, era muy sencillo conciliar el trabajo y tu vida privada, teníamos mejores sueldos…”, detalla Patricia.
Sobre esto último, cabe aclarar que los salarios públicos en el Reino Unido se dividen por bandas, según la categoría profesional. En el caso de los enfermeros recién graduados, su banda básica es la cinco, y actualmente perciben, de media,
unos 31.000 euros al año,
cifra que los sanitarios británicos exigen que suba acorde a la inflación. Con cada subida de banda, también crecen los emolumentos, que, de media, están en 40.000 euros anuales, aproximadamente. Hoy,
los enfermeros cobran en España, de media, entre 24.000 y 30.000 euros al año.
Otra de las ventajas británicas que resaltan Patricia y Andrés son los llamados banks, unos
bancos de enfermeros, literalmente, de los que el NHS puede echar mano para hacer turnos extra. “Este sistema, que no existe en España, sirve para reforzar las plantas sin forzar a los trabajadores que ya trabajan allí con horas extra y guardias. Si en nuestra primera etapa cobrábamos entre 11 y 15 libras por hora, en los turnos que cogíamos del bank nos pagaban entre 20 y 25 la hora”, apunta Andrés. En España, la fuerza política de Yolanda Díaz, Sumar, ya ha puesto sobre la mesa la necesidad de
eliminar las guardias médicas de 24 horas.
Andrés, en su periodo como enfermero en el Oxford University Hospital.
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Vuelta a España, pero ‘a medias’
Después de cuatro años de aventura británica, Patricia decidió prepararse para sacarse una plaza en el
EIR de Matrona. Ambos vieron con buenos ojos regresar a España, pero sin irse del todo de Inglaterra. La solución: los llamados
contratos de cero horas. Andrés explica en qué consiste: “Tú sigues trabajando para tu hospital, pero no siempre, sino sólo cuando te necesita. Te comprometes a trabajar un turno al año y manteniendo el número de colegiado”. Se trata esta de una medida que, en principio, se pensó para facilitar a la juventud el acceso a un primer trabajo con la flexibilidad necesaria para seguir formándose. Sin embargo, en muchas ocasiones las empresas se han aprovechado de ello para precarizar el trabajo.
Pero lo que para muchos es un sistema de un contrato basura del que abusan ciertas firmas, para Patricia y Andrés supuso una oportunidad para afrontar esa nueva etapa a caballo entre ambos países y, así,
no perder el permiso de residencia en el Reino Unido.
No obstante, como el resto de la ciudadanía mundial, sus vidas cambiaron radicalmente de la noche a la mañana en marzo de 2020: con los vuelos cancelados por el
estado de alarma para contener la pandemia de coronavirus, perdieron su contrato de cero horas al no poder coger ningún turno durante un año. Inglaterra parecía formar ya parte de su pasado.
El desapego definitivo hacia el SNS
“Quisimos trabajar durante la pandemia, pero no nos salía ningún contrato. Y éramos enfermeros ya con seis años de experiencia”, lamentan Patricia y Andrés, que no guardan un buen recuerdo laboral de estancia obligada en España. Meses después, en verano, él sí logró trabajo en una clínica privada de diálisis. “La diferencia salarial respecto a lo que estábamos acostumbrados era enorme.
Pasé de cobrar 25 libras la hora a 10 euros la hora”, indica.
"Aunque volvimos a España con seis años de experiencia, no conseguimos trabajo durante la pandemia"
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Poco después Patricia consiguió plaza en el EIR, en la especialidad de
Familiar y Comunitaria, con destino en Toledo. “Eso te daba mucha estabilidad contractual y económica, pero
está mal pagado, hay malos turnos, es muy difícil conciliar tu vida con el trabajo…”, se queja. Por su parte, Andrés, que dejó su trabajo para estar con Patricia en la ciudad de las tres culturas, consiguió, ya en 2022, un contrato de un año en Urgencias para cubrir una baja. Pero, a unos meses de que finalizara, le comunicaron que no seguía: “A la chica a la que estaba cubriendo le hicieron un contrato nuevo, por lo que el mío, que era para sustituir el contrato anterior de ella, se quedó sin efecto”, explica. Aquello fue el detonante para comprar los billetes de vuelta a Inglaterra.
Welcome back, England… definitely?
Asentados en Bournemouth desde el pasado febrero, Patricia y Andrés tienen trazado su futuro a corto plazo. “Queremos volver a lo que hacíamos antes, a la flexibilidad del sistema de turnos a través de los banks del NHS, pero, ahora, por medio de
agencias de Enfermería, en las que se cobra más por hora”, exponen. Sólo existe una pega: “Cada turno puede ser en un hospital y en una ciudad diferente, aunque esté en la otra punta del país”, concreta Andrés, que considera, sin embargo, que la remuneración compensa la circunstancia del nomadismo: “Las horas pueden pagarse a unas 36 libras, es decir, que en cada turno cobraremos unas 300 o 350 libras, ya sin impuestos, un 70 por ciento más de lo habitual”.
En sus planes no entra, por el momento, volver a trabajar en España: “Cuando a los ingleses les explicas los contratos que hay en España, se echan las manos a la cabeza”, afirma Andrés. Lo dicho:
la patria no es un sitio, sino un modo de vida.
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